jueves, 27 de diciembre de 2007

Sobre Papa Noel...

- El gordo marmota ese me trajo un bajón de padre y señor mio. ¿A vos?

- Una remera holgada y un par de medias...

martes, 25 de diciembre de 2007

Yo usaba pantalones hardcore

Quedamos en que mañana descongelamos al Hombre Átomo
seis clavadas de la tarde
a pesar de que el horóscopo no previene retornos sorpresivos
en este mes radica lo espontáneo. Habrá que explicar algunas cosas
el traje apretado, marcándole los testículos
no va más
se murió Pappo y Luca y este año viene Dylan
a Lemmy no le sobra pista para correr
no importa
todavía no hemos conquistado el mundo submarino
nos queda tiempo, un cuarto de milla
de las convulsiones automovilísticas de la clase media
siguen parando al lado de la General Paz
cada domingo. El cielo sigue tan alto como siempre
dicen los otros
las nubes se morfan el futuro: soy de esos pocos que tomarían
agua salada
antes de morir de sed en altamar.

lunes, 17 de diciembre de 2007

domingo, 16 de diciembre de 2007

Todo por 1.25

Todo el ajetreo se fue apilando en el viaje en bondi, desde el Club Ciudad hasta casa. Las pocas horas de sueño, las sensaciones fuertes del finde, no se cuantos cigarrillos camuflándose en la garganta afónica con el griterío casi constante del recital. ¿Cómo estuvo? Muy rocanrolero, feliz, impecable. Faltaron esos temas que siempre me faltan (“Con abuelo”, “Diez años después”, hoy le tocó el turno a “Media Verónica”) pero estuvieron los otros, siempre, la emoción rara cada vez que suena “Te quiero igual” o “Paloma” y muchos otros aderezos que andaban sobrevolando, cosas del contexto, acaso descifrables pero que se me reculan para expresarlas acá.
Mucho antes, el sábado, en la fiesta sorpresa a un amigo que acaba de recibirse de ingeniero, el papá nos abrazó y dijo que lindo, mirándome, que lindo que estén acá esta noche. Al final, cuando le pregunté cuánto teníamos que pagar por semejante cena (dos entradas, dos platos principales, dos postres, resumiendo, comí como un animal) la respuesta obvia vino acompañada con una frase destartahuesos, esas frases que marcan: “pero si yo te ataba los cordones de las botas de básquet hace quince años Martín, ¿que me vas a pagar ahora?”. Y le miré los bigotes canosos, la pelada incipiente pero siempre el flequillo, los anteojos gigantes. Y fue una emoción dulce, un bienestar, algo en lo cual pude reconciliarme un poco.
Después de todo eso el llamado de hoy a la tarde: la mamá de Hernán que me dice si no puedo ir a cenar a la casa, que el nene está contento, que la doctora le aconsejó ir de a poco, que Hernán quiere verme. Lo tremendo es eso último. Hernán quiere verme. Pero no puedo, ese es el tema, aunque me sienta para el traste, voy a ver a Calamaro. Le digo por qué no mañana, intento remarla, hace mucho que quiero llamar, hablar con él, averiguar de una buena vez por todas si es una clínica o si nos mintieron a todos con eso de las vacaciones interminables en Mar del Plata. Pero el miedo está ahí, subterráneo, la última vez le dije que todo parecía una gran despedida. Y lo abracé. No había pensado que de nuevo le daba palabras a lo innombrable, le daba su lugarcito, su posición en la cancha, vos jugás arriba, eso no se dice, no hay que decirlo. Un tiempito más tarde me comentó, como al pasar, envuelto en sus desvaríos, que algo de mí, de aquel encuentro, le había hecho muy mal. Y fue como meter la cabeza en una caja de cartón.
Saliendo del tema, o hablando de lo mismo, pienso en esa cosa invisible que me va uniendo a ciertas personas: con algunas, especialmente las que he conocido en estos últimos años, siento que el lazo es mío, que soy el que decide cuando sujetar o soltar el globo. Y punto. Pero también están los otros: el tiempo pasa, todos hemos cambiado mucho, yo estudio Letras, escribo poesía (mala), vivo, por así decir, en otra esfera. Y a veces esa sensación de que algo no encaja, que forzamos las piezas, pero estamos, la unión no se rompe y hay algo tan poderoso y sorprendente en ese anclaje. Pero siempre tengo esta constante por el reproche, la cosita culposa, por esto, por mi vieja retándome que no estuve en todo el finde, por asuntos propios del reci. Así fui acumulando en el viaje de vuelta, casi dormido en el asiento, la gente que anda ahí dando vueltas, invisibles, ciertas veces picándonos sin querer, las vacaciones, la posibilidad de un vehículo para mi poesía, la divertida imagen de Andrés tomando mates arriba del escenario.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Asi venimos...



Mañana, Festival Buendía, para el domingo otra dosis de linda música...

jueves, 13 de diciembre de 2007

Comentan

Yo no me iría al extranjero, porque afuera no se consigue ferné.

Entonces me acuerdo de este poema de Damián Ríos.

martes, 11 de diciembre de 2007

Y dicen que estoy enfermo

Una chica así
capitana de su propia nave espacial
que sepa kung fu

(No es indispensable que tenga un solo ojo)

lunes, 10 de diciembre de 2007

Confesión

Mi héroe preferido de todos los tiempos
es el osito del pan Bimbo
con su plasma de color predominante
la blancura. Ese héroe sin parásitos
repleto de sanidad
longevidad gomosa en los cachetes. Uno podría pensar
que el viento sopla en su panza
sin colesterol
solo semillas de trigo y aderezos naturales.

¿Y si te carnearamos
como hizo la gente de Villa Elisa
con aquellos bovinos de cuatro estómagos?

Por qué el hambre
al igual que el dolor
se incrementa en la periferia.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Dinero fácil

Me pasó el viernes con esta película, esa sensación de viaje en el tiempo, de estar ahí en mi casa a las tres de la madrugada tomando ferné, pero también trasladarme diez años atrás, revivir sensaciones con mi viejo, las misma alegría cada vez que Richard Dreyfuss apostaba y ganaba un montón de plata.
Quizá por que nunca la dan, se convirtió en un puente inmediato a otra cosa, un tubo boom, uno de esos pasajes tan a lo Cortázar: cada escena era el recuerdo de la escena pero también de los comentarios que hacía mi papá, de tener entonces la viva imagen de mi hermano diez años atrás, un día de semana trasnochando como rara vez hacíamos, para ver el final, lo que uno ya sabía: qué el perdedor iba a tener ese día soñado por todos nosotros, ese día en que todo sale de pe a pa. Y si bien la casa (y nosotros y todo) cambió por completo, la cocina es otra, todo distinto, de alguna manera los muebles y las espacios del noventa y pico se fueron amoldando a los de ahora, todo encastrado a la perfección durante esas partecitas del film en que yo miraba a los costados y me reía como si estuviera loco. Creo que la cosa en sí fue exactamente contraria a lo que me sucedió la vez que volví a ver “El oso”. Esa vez me acordé de mi abuelo llevándome a ver esa película casi muda a uno de los cines del centro. Yo habré tenido seis o siete años, no me acuerdo, y después fuimos a comer a una pizzería que estaba justo en la esquina. Ese es uno de las tantas anécdotas que tengo con él, pero es una anécdota vacía, es solo un símbolo de algo que a veces intento reconstruir, es solo palabra o recuento imaginario, no hay verdad ahí, no hay humanidad ni cuerpo. Cuando volví a ver “El oso” no hubo viaje ni traslación, solo tristeza por la ausencia, preguntas, ganas de replicar sensaciones que ya no estaban. Y todo esto va sucediendo en épocas en que el paso del tiempo dice acá estoy, date cuenta, y no por mí, sino por amigos que se reciben, o se casan, o por los viejos, que se van poniendo grandes. Y uno igual o casi, parecido a esos años que se confunden, 2004, 2005, etc.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Cantimplora

Lo que me conmueve por estos días es la música, el ruidito sentimental. Más: es lo único que me distrae de estos temblores repentinos. A la tarde, mientras intentaba prender el motor del coche sin que nada se apague, mi hermano sintonizó la 100 y se escuchó a Iván Noble, y quiero aclarar que no tengo nada contra Noble, pero hay algo de él que no me termina de cerrar, no sé. Pero empezó a decir que el próximo tema estaba dedicado a “esa cosita barrigona que me robó el corazón, las malas costumbres y el control remoto”. Y acá ya empezamos a calar hondo, me dije, y después ese tema llamado Bienbenito, casi a capela, muy pero muy suave. Cuando me viene ese nudo en la garganta, esa manía en los ojos, siempre digo alguna pavada que me sirva de excusa para salir corriendo. Pero esta vez me la tuve que bancar, así todo el tema, todo Benito.
Hace un rato, en el msn, alguien dijo volver y yo pensé en esta canción de Fito Páez, y será que le creo tanto pero tanto a Fito algunas veces, cuando habla de las cosas lindas, de esas cosas, como si todo fuera una manera de la sencillez hecha música. Y me olvido de esa sensación que a veces me disgusta de sus últimos discos, esa cosa de hacerle bien a la gente, las melodías perdidas o la poética preciosa de discos como Abre. Y de golpe se apaga este embrollo violeta y estoy cantando el estribillo a dúo, contento de ese viento fresco que son algunas canciones.


martes, 4 de diciembre de 2007

Calles

Desconfiad de las calles habituales.
Voy caminando desde Santa Fe
hasta Las Heras y a mitad de cuadra,
en Austria, en la calle Austria, ocurre el hecho.
Es de mañana, pero cae la tarde.
Como sumida en un fanal oscuro,
ahora a lo lejos la ciudad se pierde.
Me encuentro en una angosta galería
avanzo involuntariamente y noto
que el suelo y las paredes y la bóveda
se juntan y que está faltando el aire.
Es horrible la vida, los amigos
van muriendo uno a uno y la hermosura
se oculta con disfraces amarillos.
No puedo más, murmuro, y si no encuentro
algún ingenuo talismán, un nombre,
siquiera el de la calle por donde iba,
si no recuerdo la palabra Austria,
o la certeza, cada día más débil,
de que estar vivo es un milagro esplendido,
nadie me espere, porque ya no vuelvo.


Adolfo Bioy Casares

lunes, 3 de diciembre de 2007

El viaje, imposibilidad de la huida

Finalmente me voy, no se bien por qué, la playa, unos días de sol, después de todo que va a hacer uno en Buenos Aires. Así que me voy el finde para renovarme, cambiar de contexto. Pero en realidad nada cambia: mientras tomo sol las angustias que dejé acá se incrementan, se van acumulando en pilones como todas esas cosas que hice mal en su momento. No importa si le enseño a jugar al chinchon a una nenita de 9 años que se la pasa pidiéndome besos en la mejilla o si le gano tres partidos de pool a mi viejo: las cosas ahí, siempre, empecinadas en volver. Pienso que sería ideal tomarme unas vacaciones de mi mismo: uno viaja, conoce gente, pero siempre la mochila con mi nombre, los caracteres en la frente. En el regreso, en una estación de GNC, me impresiona uno de esos perros flacos, ruteros, que viven de las sobras que tira la gente. Esos perros tienen algo que me impacta, por más que busco no sé que fantasmas esconden, que cosa me une a esos animales esqueléticos. Llego a casa y es como si nunca me hubiese ido: estoy más tostado y con la picadura de algún bicho en la espalda, pero el encierro, el calor, las manchas de babosas en la cerámica, todo sigue como siempre, todo.