miércoles, 27 de agosto de 2008

Cortázar


La cara de Cortázar mirando por la ventanilla de un tren. Pienso que en cualquier momento va a charlar sobre lo que está viendo, lo va a decir sin mirar el lente de la cámara, dirá puente, río, Buenos Aires. Pero la imagen comienza a desvanecerse, la imagen se pierde, se torna oscura, débil. Todo termina al fin. El mismo documental (“Cortázar” de Tristán Bauer) lo había agarrado por la mitad hace ya casi un año, tal vez un año exacto, en idéntico aniversario. Lo que más me entusiasmó ahora no fue su voz gangosa, su maquinaria fonética proclive a arrastrar continuamente las vibrantes (que hermoso parece, es, el francés en estos casos) sino las imágenes de archivo en que se lo ve caminando por París, o al llegar a Buenos Aires en el 83, o recitando su presencia en un cuarto de la Rue X, en un pasado que es el futuro del oyente. Escuchando sus cuentos, tuve la sensación o la certeza de que su prosa alcanza un clímax sonoro, que las sílabas van trepando en su boca como enredaderas, las frases se hacen larguísimas, se encadenan en su verborrea que siempre suena tan pero tan querible. Y al final bajan. Sus “ejercicios” parecen culminar casi siempre con oraciones de dos o tres palabras que cierran a la perfección el ascendente fluido anterior. Me imagino que mientras escribía, o más bien corregía sus relatos, la voz de su cabeza iba golpeando y acomodando la sonoridad de las palabras. Hace mucho, cuando se hizo una expo en el Recoleta, recuerdo haber leído/escuchado que buscaba cuidadosamente los nombres de sus personajes, justamente por esto de la asociación rítmica. Nada más que decir. Ayer, en la clase de análisis de los medios masivos, Julia Zullo leyó “La vuelta al día en ochenta mundos” para evidenciar un poco aquella trasmisión de radio que unió New York con Buenos Aires, en ocasión de la legendaria pelea Firpo-Dempsey que Cortázar relata de manera extraordinaria. Yo, como siempre había llegado tarde, así que estaba hace mas de una hora sentado en el suelo, con la cabeza rozando el borde del pizarrón, a punto de dormirme ante la línea de tiempo que comenzara con las primeras agencias de noticias europeas hasta, por ahora, la “estatización” mediática del primer peronismo. La lectura del cuento me despabiló. Me enderecé lo que pude, estiré las piernas y me dejé llevar por un relato que nunca había leído. Hubiese prendido un cigarrillo cuando Firpo lo revolea a Dempsey fuera del ring. Ahí la cabeza se dejó llevar: recordé aquel cuento de Fontanarrosa en que un animal norteamericano émulo de Mike Tyson literalmente le arranca la cabeza al púgil argentino en los primeros instantes de combate. Pero entonces, para Cortázar, con esa transmisión radial que su tío escuchaba y repetía en la casita de Banfield y que ahora devolvía Julia Zullo, comienza a morir el boxeo, que solo subsiste en la literatura. Después, volví a casa para enchufarme con el documental de Bauer, como decía más arriba. Bueno, ya es un poco tarde. Acá otra maravilla, algo que escribió Fabián Casas en ocasión de aquella famosa entrevista de Julio Cortázar ante medios españoles.

domingo, 24 de agosto de 2008

Escenarios cotidianos





De nuevo, como aquella vez en que descubrí el cuadernito con sus poemas en el altillo, me siento fascinado con las fotos que sacó mi viejo hace ya casi veinte años. Si existe una sensibilidad que caracteriza a cada época y siguiendo esta línea, cambios y variaciones de lo sensible, lo mismo debería suceder (y podría estudiarse) con la historia de cada persona. Como dije antes, mi viejo escribió algunos poemas en su juventud, se dedicó algunos años a la pintura (hasta estuvo muy cerca de exponer) y después, en algún punto después de los treinta, aparecen estas fotitos: la mayoría de mi madre, otras mías, el campo, mi abuela. Pero hay cierta estética en ellas, un encuadre, una luz que quizá solo yo puedo ver, como si en algún momento mi viejo hubiese descubierto que en la fotografía estaba el perfecto soporte para expresarse a si mismo. Poemas. Pintura. Fotos. De la palabra a la imagen. De la poesía más abstracta al realismo minimalista de mi abuelo Toni haciendo un asado en su vieja casa de Flores. El Torino hermoso de mi padrino al atardecer. El bar en Rafael Castillo. La mujer que, acá arriba, se acerca desde la orilla del mar.


viernes, 22 de agosto de 2008

La invención de lo estático


Vagamos por los brazos del Delta en un bote a motor que conduce Polonia. Le preguntamos con Vero por qué tiene un nombre tan raro, ella dice que no sabe. Pareciera que no hay peces en esta agua oscurísima, un agua repleta de barro que va abriéndose entre islas y yuyos. Una tierra que no se extiende, que parece deformarse como una mancha de tinta que se corre. Los perros ladran desde los jardines o los techos de chapa de las cabañas. La Alemana tuerce el bote corto con precaución y ahora el viento nos da directo en el rostro. Yo meto un dedo en el agua y me lo chupo: tiene un gusto opaco, a vegetal, un gusto a mugre. Empieza a hacer frío. Oscurece. La madera gastadísima del bote se va arrastrando sobre la costa cuando encallamos. Parece una uña que se raspa sin quebrarse. Contentas corremos hacia la casa, hambre, pollo con ensalada, cuatro o cinco pájaros muertos flotando en la superficie de la pileta, arrancándole una mueca de asco a mi mamá y a Polonia...

Desde el principio, el cuento "Tigre", acá

jueves, 21 de agosto de 2008

Ramones II


Ayer escuche en la radio que Bono iba a grabar con los Ramones. Ahora: ¿no se murieron todos los Ramones menos el batero? El último rumor que escuché es que el último Ramone (pongamos que se llama Tommy) se casó con una argentina y vive tranquilamente en un sucucho de Lomas de Zamora. Que tiene una banda de punk-rock, aflojó con la merca y una vez por mes toca en barcitos de mala muerte por la zona sur del conurbano. No se si será cierto.


viernes, 15 de agosto de 2008

Ciclos


Se abre un paisaje seco delante

una fronda de nuez

abierta

las piernas adormecidas, ovillo

sobre el cordón


dame el peor que tengas

vino Bowen

sobre tu mano


a cambio de dos moneditas

nuestra vida que pasa

todo el rancio maizal.


miércoles, 13 de agosto de 2008

Esto lo dijo Albertina Carri



"No me gusta sacar fotos en esos momentos tan importantes porque la fotografía siempre hace trampa. Porque simula retratar el instante como el instante es. Y el instante en general es tanto o más intenso que esa foto quieta, tan quieta. No me gusta sacar fotos, suelo decir en las fiestas de cumpleaños en el momento de apagar las velitas, y todos me miran con cierto desconcierto como si por ser directora de cine me debiera gustar congelar las cosas en un segundo. No, definitivamente los cuerpos inanimados me dan miedo, las vacas muertas me asustan y las cosas cuando se quedan quietas me ponen triste"


lunes, 11 de agosto de 2008

Barrilete



Cuando estudiaba cine me explicaron que había un director (¿Antonioni?) que en sus películas trabajaba constantemente con el fuera de campo. La película siempre parecía resaltar lo que no estaba ahí, o le daba una funcionalidad extrema a lo no figurado, o a lo que no se cuenta, que por no contarse no deja de existir, como sucede en los relatos de Hemingway. Hoy, que volví a ver esta foto, pude comprender (sentir) realmente todo este asunto de Antonioni.


sábado, 9 de agosto de 2008

¿Repetimos?


Así terminó el primer partido, contra los odiados serbios, en las olímpiadas pasadas

miércoles, 6 de agosto de 2008

Sobre un japonés muerto hace 80 años: Ryunosuke Akutagawa


Acabo de terminar de leer Vida de un loco de Ryunosuke Akutagawa. El libro es una compilación que se compone de tres o cuatro partes: “El biombo del infierno” (nouvelle), “Los engranajes” (relatos mas o menos autobiográficos) y “Vida de un loco” (suerte de apuntes y visiones narradas en tercera persona) Al final una carta de despedida de Ryunosuke que prefigura su inminente suicidio a los 35 años. El joven sabio de Akutagawa entremezcla dos vertientes que en el Japón de principios del siglo veinte confluyen: por un lado la tradición oriental, que en “El biombo del infierno” toma su matriz más trágica, y por el otro el proceso de despersonalización y angustia que promueve el mecanismo capitalista. “Vida de un loco” es clarísimo en ese sentido: los primeros apuntes (cotidianos) recuperan el tono visual de la estética oriental y, a medida que avanza (el libro y la vida del japonés) la fragmentación del yo, la incapacidad deseante y la muerte van copando la parada. No hay deseo en el transcurrir diario, solo trabajo o lecturas múltiples: estas recuperan la tradición occidental: Strindberg, Swift, Rousseau, etc. El diario en tercera persona produce un efecto curioso: una lejanía auto-impuesta que quizá le producía una suerte de placer macabro o de distanciamiento a Ryunosuke (también al lector) por otro lado una sobreexposición de los sentidos que deja cierto gusto a nada. Akutagawa es el poeta maldito japonés: sometido en sus últimos años a la idea del suicidio, con una madre que muere loca cuando el escritor contaba siete años y un padre que lo da en adopción. Akutagawa es insomne, psicótico, melancólicamente delirante:


“Babeaba. Su cabeza solo tenía claridad después de una dosis de ocho miligramos de Veronal. Y entonces, solo por media hora o una hora. En esta semioscuridad día a día vivía”


El dolor de Akutagawa es a su manera cosmopolita, no desde la perspectiva del exiliado sino de otro tipo de intromisión, si se quiere literaria e ideológica. Akutagawa es un puente elidido, el suicidio, como escribe, recupera su tradición genealógica: “no lo considero un pecado, como los occidentales” Quizá por esto mismo su visión es mas que interesante y dialécticamente opuesta al manso bovino zen:


“Nosotros, los humanos, por ser animales humanos, tenemos un miedo animal a la muerte. La así llamado vitalidad es solo otro nombre de la fuerza animal. Yo mismo soy un animal humano. Y parece que esta fuerza animal, se ha escurrido gradualmente de mi sistema, a juzgar por el hecho de que tengo tan poco apetito por la comida y las mujeres. El mundo en el que vivo es el de los nervios enfermos, lúcido como el hielo. Esta muerte voluntaria debe darnos paz, sino felicidad. Ahora que estoy listo, la naturaleza me resulta mas bella que nunca, por paradójico que parezca..."

domingo, 3 de agosto de 2008

Kaspar Hausis

En Berlin, con la aparición estelar de Cucurto y música de Ariel Minimal.

viernes, 1 de agosto de 2008

Se aceptan regalos, abrazos y buena onda


Hace pocos días, el 29 de julio, estos peces descartables cumplieron su primer añito de existencia