A la tristeza y decepción post-electoral del domingo, la paranoia, los mocos y el catarro, la semana larga con el final de radio Kabul. O sea, la única frecuencia que te podía mechar la etapa experimental de Neil Young con The Smiths y los Pixies. Alternativas para cubrir los respectivos baches de radioescucha obse, bienvenidas.
¿No es propio de la noche confundirte cuando tratas de evitarlo? Estamos equivocados, aunque nos esforcemos por negarlo y Louise sostiene un puñado de lluvia, tentándote para desafiarlo las luces parpadean en el loft de enfrente.
En esta habitación la calefacción tose,
la emisora de country suena suave pero no hay nada de nada que apagar sólo Louise y su amante entrelazados y estas visiones de Johanna que me asedian
En el solar donde las damas juegan a la gallina ciega con el llavero y las noctámbulas murmuran escapadas en el tren "D" podemos oír al sereno encender su linterna, preguntarse si es él o son ellas quien está loco.
Louise está bien, tan sólo cerca es delicada y se parece al espejo pero deja perfectamente claro que Johanna no está aquí.
El fantasma de la electricidad aúlla en sus huesos faciales donde estas visiones de Johanna ya ocupan mi lugar.
El pequeño niño extraviado se toma tan en serio se jacta de su desgracia, le gusta vivir al límite y cuando menciona el nombre de ella menciona un beso de adiós.
Tiene arrestos ser tan inútil soltar nimiedades cuando estoy en el salón ¿Cómo lo explico? Oh, es tan difícil seguir y estas visiones de Johanna me desvelaron hasta el alba.
Dentro de los museos, el Infinito va a juicio las voces repiten que al final así debería salvarse pero Mona Lisa debe haber sentido una nostalgia de autopista, se ve por el modo en que sonríe.
Mira cómo se congela ese alhelí ancestral cuando las mujeres de rostro gelatinoso estornudan escucha a la bigotuda, "Jesús, no puedo encontrar mis rodillas" Oh joyas y anteojos cuelgan de la cabeza de la mula pero estas visiones de Johanna hacen que todo parezca tan cruel
El vendedor ambulante le habla a la condesa
que finge preocuparse diciendo "Nombra a alguien
que no sea un parásito y saldré y rezaré por él" Pero como Louise suele decir "No puedes abarcar mucho, ¿verdad?" Y ella misma se prepara para él y Madonna sigue sin aparecer vemos que la jaula vacía se oxida donde su capa teatral ondeaba,
el violinista se pone en camino escribe que se devolvió lo necesario en la parte trasera del camión de pescado que carga mientras mi conciencia estalla y las armónicas tocan las llaves maestras y la lluvia y estas visiones de Johanna son lo único que me queda.
Mi abuelo escondió la hormona de su pasado en un frasco misterioso envuelto en el guadal dos metros bajo tierra. Se cree que viajó en silencio durante varias horas a una velocidad menor que la del pensamiento; lo único cierto es que en algún punto impreciso del campo cavó un foso.
En algunas películas los presos excavan túneles hacia el exterior no hacia dentro como hizo mi abuelo: son dos polos de la misma cosa: salir entrar. Cavan con pequeñas cucharas de metal oxidadas y oscuras la diagramación material de una esperanza. No cualquiera puede controlar un manojo de esperanzas: esto no hay que olvidarlo jamás. Esos hombres sueñan que cavan: se despiertan agotados de cavar túneles. Lo curioso realmente no es como se las arreglaban para ocultar el polvo y la tierra, sino que clase de precisión infernal los guiaba en las tinieblas cómo no llegar a cualquier otra parte de lo que el deseo construye.
Entonces:
en una madrugada del `53 mi abuelo cava un foso; otros hombres se despiertan agotados de soñar túneles. Hay maquinarias que trabajan en la noche con la hidráulica de lo desconocido.
Entonces hago girar los paneles y aparece la voz de Lucas gritando que me apure. Mi cuerpo lo veo desde afuera, primero desde la posición de Lucas y después, como si fuera parte del metegol o un pedazo de suelo, me veo llegar desde abajo, un bulto enorme que, en todas direcciones, se preocupa por hacerme sombra. Tardo un rato en distinguir: yo estoy jugando atrás y cada tanto meto unos bombazos bárbaros desde el palote despintado que hace de arquero. Mi táctica es colocar a los cuatro defensores en degradé permitiendo un tiro dificilísimo, con el arquero tapando el único espacio libre por donde podría meterse la pelota. Soy bueno jugando atrás. No me sobra técnica pero tengo mis mañas. Tampoco hablo mucho ni canchereo cuando ganamos. Alguien golpea con el puño y un movimiento sísmico desparrama la pelota. Sonidos. Gol. Giselle camina a lo lejos con la ropa de gimnasia, tiene un culo bárbaro que parece hincharse por los lompas de jogging. Cuando sueño con Giselle me despierto cansado de tanto soñar con Giselle. Un sol redondo refleja su brillo en la cancha de metal. Va a oscurecer dentro de mucho. Los paneles giran y me mareo un toque en sus trompos, en las caras que aparecen a través de las ondas de choque. De pronto todo se detiene. Se coagula y se hace costra una imagen: es el día de la primavera y caemos los cinco pibes con una damajuana de seis litros. Decimos contentos que venimos con dama y que es puto el que no toma un trago largo. Sos un puto negro. El Tino no es puto porque manda. Nos tiramos en el pasto, cerca de las chicas, las chicas se me acercan por que soy amigo de Lucas y de los otros. Las chicas me saludan con un beso en la mejilla. Cada tanto me alcanzan sus vasitos de plástico y me piden que les sirva el vino dulce que garpamos quince mangos entre todos. La vida es barata y parece linda. Yo tomo directamente de la botella: levanto la damajuana desde el césped, haciendo fuerza con la muñeca y los bíceps y hundo la boca en el líquido que, sin darme cuenta, comienza a chorrear hasta ensuciarme el buzo. Alguien dice pasame el cardigan y pienso de donde surgió eso, de donde vino o cómo alguien, el día de la primavera, le dice cardigan a un suéter. Cuando las chicas me llaman Chino yo me despierto. Alguien pregunta, a los gritos, si es cierto que los orientales tienen la pija corta y todos comienzan a reír. Yo les digo nada que ver, que me la agarren si quieren, y tanteo, otra vez, la damajuana, el envoltorio gordo y hermoso de vino. Pero de nuevo me dan ganas de volver y hacer girar los paneles, antes que todo se deshaga, antes que me sea imposible rellenar de imagen y olor y nombres a este vértigo. Lucas está parado a mi lado, no se bien en donde, y una chica de ojos grandísimos lo toma de la mano y lo saca a bailar. Antes tomamos cerveza y tinto con la banda, en el cuartucho del Tino, pasábamos la jarrita plateada, un sorbo cada uno y la cumbia moviendo el techo y las luces. En el boliche me pierdo, me escondo en los rincones para que nadie me vea solo. Lo voy buscando a Lucas con la mirada, siempre baila o salta porque los jóvenes se la pasan bailando y saltando. Con un scanner me voy a hacer una copia de mi mismo, me voy a guardar en un cajón, cuando pasen los años sabré donde encontrarme.
Parada en el medio de la ruta Felicidad ha creído ver, en el horizonte, el débil reflejo de las luces traseras del auto. Ahora, en la oscuridad cerrada del campo, sólo se distinguen la luna y su vestido de novia. Sentada sobre una piedra junto a la puerta del baño concluye que no tendría que haber tardado tanto. Desprende del tul algunos granos de arroz. Apenas puede adivinar el paisaje: el campo, la ruta y el baño. Quiere llorar, pero todavía no puede. Corrige los pliegues del vestido, se mira las uñas, y contempla, cada tanto, la ruta por la que él se ha ido. Entonces algo sucede: -No vuelven- dice una mujer. Felicidad se asusta y grita. Por un segundo cree encontrarse frente a un fantasma. Intenta controlarse, pero el cuerpo no deja de temblarle. Mira a la mujer: nada parece sobresaltarla, tiene una expresión vieja y amarga, aunque conserva entre las arrugas grandes ojos claros y labios de perfectas dimensiones. -La ruta es una mierda- dice la mujer. Saca de su bolsillo un cigarrillo, lo enciende y se lo lleva a la boca- Una mierda. Lo peor… Una luz blanca aparece en la ruta, las ilumina al pasar, y se esfuma con su tono rojizo. -¿Y qué? ¿Vas a esperarlo?- dice la mujer. Ella mira el lado de la ruta por el que, de volver su marido, vería aparecer el auto, y no se anima a responder. -Nené- dice la mujer, y le ofrece la mano. Ella extiende con duda la suya y se saludan. Los movimientos de Nené son firmes y fuertes. -Mirá- dice Nené; se sienta junto a Felicidad- voy a hacértela corta- pisa el cigarrillo apenas empezado, enfatiza las palabras- se cansan de esperar y te dejan. Eso es todo. Parece que esperar es algo que no toleran. Entonces ellas lloran y los esperan… Y los esperan… Y sobre todo, y durante mucho tiempo: lloran, lloran y lloran todavía más.
Sale de la ducha chorreando agua y mientras se seca el pelo con una toalla clarita, camina hasta el living. Luego se deja caer en el sofá, cruza las piernas; por un buen rato mira las paredes, después el balcón con las plantas, las dos sillas un poco sucias e iluminadas por el tubo de luz que hace un ruido seco y se demora un tiempo en cobrar fulgor. Al levantarse nota la humedad que ha dejado sobre el cuero del sofá. Camina hacia la habitación (antes se miró de reojo en los espejos del pasillo, pensó que estaba linda, que tiene que ir al flebólogo): elige una falda oscura, unas sandalias, una musculosa violeta. Así estás bien Clara, así estás bien.
Se sabe que Alfaguara editó hace un tiempo un "nuevo" libro de Julio Cortázar: algo así como una recopilación de notas y escritos inéditos. En realidad en ningún momento pensé en comprarlo pero, buceando por ahí, me encontré con esto: una mini-ficción que quedó fuera de Historias de Cronopios y Famas. Ahi va:
Almuerzos
En el restaurante de los cronopios pasan estas cosas, a saber que un fama pide con gran concentración un bife con papas fritas, y se queda deunapieza cuando el cronopio camarero le pregunta cuántas papas fritas quiere.
-¿Cómo cuántas? -vocifera el fama-. ¡Usted me trae papas fritas y se acabó, qué joder!
-Es que aquí las servimos de a siete, treinta y dos, o noventa y ocho -explica el cronopio.
El fama medita un momento, y el resultado de su meditación consiste en decirle al cronopio:
-Vea, mi amigo, váyase al carajo.
Para inmensa sorpresa del fama, el cronopio obedece instantáneamente, es decir que desaparece como si se lo hubiera bebido el viento. Por supuesto el fama no llegará a saber jamás dónde queda el tal carajo, y el cronopio probablemente tampoco, pero en todo caso el almuerzo dista de ser un éxito.
La función profiláctica del lenguaje político consiste en impedir un contacto directo entre las cosas. Gracias al desarrollo de nuevos materiales, el código ha quedado reducido a un velo imperceptible (estaba por decir inconsútil), que hace sentir de todo donde no pasa nada.