martes, 31 de julio de 2007

Negro



Hace un ratito, café mediante, terminé de leer "19 de diciembre de 1971" ¿Qué te puedo decir? ¡Es maravilloso! ¡Así, sin vueltas!.
La cosa empezó hace un par de noches cuando nos pusimos a discutir sobre el mejor cuento del Negro Fontanarrosa. Uno dijo que era aquel del boxeador al que un orangután estadounidense le sopla la cabeza de un puñetazo, en los primeros instantes de la pelea por el título del mundo. El pugilista argento, sin nada del cuello para arriba, se banca una golpiza y de a poquito, con mucho huevo, va emparejando el match. Otro se acordó de aquel relato en que se acusa a un peón de haber violado a una señorita en sus sueños. Recuerdo que en una entrevista el Negro contó que estaba un poco harto de esos cuentos geniales que terminaban siempre con la frase “pero de pronto se despertó: todo había sido un sueño”. "¡Que decepción!", opinaba el Negro.
Seguimos: otro de los chicos menciona aquel en que dos amigos, en un bar, imaginan el día más feliz de sus vidas.
Entonces alguien propone a los gritos “19 de diciembre de 1971”. En realidad dice "ese cuento del viejo que palma, el de las cábalas, el gol de Aldo Pedro Poy de palomita".

No lo había leído, creo que ahora es mi cuento del Negro. No tengo dudas.
Eso sí, hay un párrafo que me partió la cabeza. Ahí les va:

"¡Esa es la manera de morir para un canalla! ¿Iba a seguir viviendo? ¿Para qué?... Se murió saltando, feliz, abrazando a los muchachos, al aire libre, con la alegría de haberle roto el orto a la lepra por el resto de los siglos. ¡Así se tenía que morir, que hasta lo envidio, hermano, te juro, lo envidio! ¡Porque si uno pudiera elegir la manera de morir, yo elijo ésa, hermano! Yo elijo ésa”


La puta Negro, sin palabras...

domingo, 29 de julio de 2007

Mafalda


Desde alguna parte de la noche borrosa
con sus cuatro dedos
su peinado de marquesina y el cuerpo
redondito

Desde aquel manojo de pasado estridente

o desde el porvenir
que miramos siempre con una mano
haciendo sombra bajo la frente

dejando atrás la escuela de bordes plateados
y las veredas colorinches
llega con la boca espantada de tristeza,
sin apuro
con la vocación de quién ha soñado

llega y nos mira por encima
de los escalones en que nos sentábamos
a leer de chicos
mientras pasa la vecina
con su bolsa a rayas siempre cargada
de comestibles
azúcar y gaseosas


¿Pero en que lugar quedó ese montaje
tan hermoso por inalcanzable?


¿Esos tablones de tronco?

¿Ese imaginario de espera y contemplación?


Éramos como enanos rabiosos que amalgaman nubes
con su incesante y perfecta mentira

Encaramados al paisaje y con los ojos ovalados
y deseosos

¿Cuanto valdrían ahora esos cristales
fabricados con bombitas quemadas?


Esas caricaturas de golosina y palabras extrañas



Es que el pasado:
¿quedó delante?


Y dentro nuestro la espuma de un secreto
la esperanza rosa de un vistazo
a lo que supimos ser


Tan solo nos queda la memoria:
hemos perdido de un soplo la belleza


¿En que partecita del tiempo esconden la mirada
los grumos rotos del paraíso?


Atrás

Delante

A los costados


¿Por encima o por debajo
de nuestras angustias?


¿Por eso las lágrimas?

¿La tristeza inconfesable?


¿Ese modo inverosímil de creernos pisada?


Sin embargo ella camina con su maleta
trayendo algo innombrable consigo


¿Llegará como una nueva manera del exilio?


el lugar donde cada certeza
se extravía
y se deshace


¿Donde la imagen es palabra y puede aletear
más allá del vacío?

¿O tan solo la interrogación
que vaga arrastrando costras ennegrecidas?


Desde el baúl de la añoranza
con sus hilos y sus entonces

hermosa como una sonrisa

¿es que ya tenemos treinta y siete
y andamos desmantelados por la muerte?

Hemos dicho adiós a la ausencia
Recogido la felicidad de los espejos

¿Pero hemos retenido ya la distancia?

¿Guardado en cofres inhallables nuestra soledad?


Pero son tantas las que vienen
con sus peperinas y sus moños
y sus vestidos floreados

delante de chicos con pelos de lechuga
y dientes latosos
soñando hazañas imposibles
armando cables elásticos
y gatolupas
con las uñas de su esperanza



Desde aquel rincón de la noche barrosa
camuflada de intermitencias
al fin viene Mafalda
con sus cuatro dedos y su cuerpo
redondito


ella
más hermosa que una sonrisa