lunes, 30 de junio de 2008

El río en el folk


"Las metamorfosis siguieron, hasta el día de hoy. Hay quienes llegan a afirmar incluso que lo que hace Dylan hoy es free jazz. Da la impresión, por lo pronto, de que en lo albores de los años sesentas el discurso de Dylan, su música, estuvo tan cargado de contenido, un contenido que sirvió para tantos fines específicos y concretos, que hoy se volvió todo forma. Una forma que muta, imposible de apresar, que muchas veces no satisface pero que siempre parece mostrarnos que en realidad, lo que está tocando hoy, lo vamos a metabolizar recién mañana"

Valeria Meiller y Mauro Libertella


Los que dan vueltas seguido por este blog habrán notado que la figura de Dylan es bastante recurrente. Varios de los que estuvimos en marzo pasado en el Amalfitani sentimos esta forma por momentos indescifrable, llena de agua (a su manera un río con decenas de brazos que se confunden): un nuevo sonido construido a partir de retazos y deformaciones de lo anterior. Pero no todos podemos expresarlo con la belleza y la claridad de la dupla Valeria Meiller- Mauro Libertella. Hace poco leí, en un blog o en un foro, algo bastante extraordinario. Alguien decía: “La versión cabaretera de Blowin´in the wind fue una de las cosas mas hermosas que escuché en mi vida”. Retomo: empezando por Dylan, pasando por Waits y Nick Cave hasta Neil Young, buscando el pulso del río en el folk acá, en el último número del Interpretador.

En contra de los viajes imaginarios


Planeamos un viaje a Rosario que nunca haremos: hasta chequeamos hostels, empresas de buses, imaginamos paseos y la vista nocturna del Paraná desde la costanera. La ropa de abrigo (mucha) y la música que podríamos llevar. Inútilmente: todo lo que puede salir mal, va a salir mal. El viaje, sobretodo cuando depende de la primer persona del plural, está surcado por enormes peligros.

viernes, 27 de junio de 2008

Yo te avisé!

jueves, 26 de junio de 2008

Soñé que me llevaban por los pasillos de un hospital inmenso, todo gris, dos camilleros con bigotes que se reían de cualquier cosa. Cada tanto yo me apretaba el estómago y aullaba, pedía algo para el dolor. Entramos en un ascensor muy angosto, con un espejo chiquito que reflejaba las espaldas de los dos tipos. Me di cuenta que, debajo del delantal blanco, traían puesto una camiseta de Boca. Les pregunté que me iban a hacer. Uno señaló a un loco que se acercaba, me abrió la camisa y con cara de interrumpir a alguien, me dijo que me iban a cortar la panza. “De acá a acá, completita nene”. Quise saber si me iba a doler pero ya sentía el escalpelo en la piel y comencé a descender, muy lentamente, en una oscuridad sin brillos, sin nada, de un dolor que parecía otra cosa.

miércoles, 25 de junio de 2008

Pongan huevo


que tenemos que ganar!

lunes, 23 de junio de 2008

Lauchita vuelve para quedarse


"Ahora que lo pienso, una cosa extraña son las manos. La del viejo parece un gato hecho ovillo. Esos gatos que no buscan mimos, que no buscan más que un rincón solitario para echarse a dormir y comida en el plato. La del pibe es más bien como un pájaro volando alrededor. Algo abierto, desenfrenado, vivo. Me pregunto cómo serán mis manos, pero me cuesta trabajo identificarlas. Le tendría que preguntar a mamá, pero a ella no le interesan estas cosas. Hablando de ella, hoy no ha querido sacar al Laucha, dice que está meando sangre, que le da asco. Sencillamente no quiere. Yo no lo pienso sacar. No bajaría a la calle por nada del mundo. Ni siquiera por el Laucha"


El cuento completo, acá.

lunes, 16 de junio de 2008

Pobre autoestima

-Que lindo vestido Anita
- Lo que no es nada lindo es lo que hay debajo

viernes, 13 de junio de 2008

Saber mirar

“La vida es en colores, pero el blanco y negro es más real”
Wim Wenders
, El estado de las cosas

jueves, 12 de junio de 2008

Leer de noche

En Frenesí, de José María Brindisi, Mauro corre desnudo por las calles de Buenos Aires: los días se vuelven insoportablemente largos, no duerme, se asfixia en el loft, la ansiedad es tal que fuma cinco atados por día. Brindisi pone en boca de Mauro una sensación terrible: la de ir tan rápido que hasta se pueden pisotear las sombras. Cierro el libro y no solo descubro que Mauro se convierte en mi amigo Hernán, sino que, desde hace casi media hora, Hernán es Mauro y viceversa: Hernán haciendo tallercitos de artesanías todas las mañanas en el Hospital Italiano, Hernán chupando como un alcohólico, Hernán medicado, Hernán balbuceando la formación del Independiente campeón del ´94, Hernán llegando a mi cumple semidormido, peinado como Brando en el Padrino, Hernán diciéndome, aquella vez hace casi un año, que la botella Ser de la heladera representaba la esperanza y la ilusión de todos nosotros: yo, él, los chicos. Todo esto empezó hace mucho, no se sabe bien como, es más, todo empezó con algo que en realidad nunca pasó: Hernán todavía sigue convencido que la noche del delirio nos juntamos a tomar unas cervezas. Es decir: en el curso razonable de las cosas, deberíamos haber estado en cualquier bar de Ramos, tomando hasta reventar. Hasta Hernán cree en esta versión. Yo y el resto sabemos que algo del orden de lo desconocido metió el culo.
Todavía no terminé el libro de Brindisi: Mauro está internado en el Borda y se presiente que, en las páginas que restan, van a sobrevenir cosas peores. La novela es genial pero se me está haciendo bastante dura. La otra historia, la de Hernán, la nuestra, está en un impasse, como una especie de línea recta que puede subir, caer, o seguir tristemente igual por mucho mucho tiempo.

domingo, 8 de junio de 2008

Pez


Hay una escena maravillosa de Big Fish en que Billy Crudup está limpiando las hojas de la pileta cuando cree ver (y todos vemos) la sombra de un pez gordinflón traspasando el agua. Ese es el momento en que la experiencia fantástica se cruza con lo real, el instante en que la historia se permite el salto, cuando lo ajeno comienza a intercalarse por ósmosis. También es un punto de inflexión a nivel narrativo: los dos órdenes comienzan a confluir, a mezclarse, y es esto lo que posibilita, mucho después, el cambio de roles. Billy comprende que hay una tensión, que algo del padre empieza a fluir en si mismo. Existe otra certeza: todas las pistas que necesita para reconstruir la vida de Edward están camufladas dentro de la propia invención, todo lo que a simple vista parece un pastiche de mitómano tiene como inicio la ansiedad del propio Edward Bloom, su necesidad de movimiento, aquella otra mujer perdida y olvidada en el pueblito de Spectre. El otro punto de inflexión en la relación entre Billy y Edward es la bellísima escena del hospital, cuando Cudrup tiene que cerrar la historia que el otro ya no puede contar: el último cuento, el de la muerte que se vuelve hermosa.
Se me ocurrieron siempre muchísimas lecturas para esta película, quizá por eso Big Fish se me ha hecho carne y es uno de mis films preferidos, a pesar de que Burton ha hecho pelis, a nivel estético, bastante mejores. Pienso que Big Fish no es solamente el diario de un viaje, sino acaso una especie de viaje de iniciación imaginario: el momento en que el viejo guru acredita a su sucesor. Inevitablemente pienso en las enseñanzas de Don Juan a Castaneda. Como en otra película aparecida el mismo año (Las invasiones bárbaras, la que narra dilemas parecidos entre padre e hijo desde una óptica más realista, intelectualoide y snob) el hijo entiende, demasiado tarde tal vez (como siempre siempre siempre) la voz de su viejo.

Me entusiasman muchas cosas al respecto: recuerdo las palabras de Tinianov, quién decía que la literatura suele saltearse una generación. Es probable que no sea problema de la literatura (ni tampoco del arte) sino de valoración y juicio de lo otro, de la figura paterna, dolorosamente cercana. También pienso en el proceso de reconvertir la experiencia en otra cosa, el eslabón que da pie desde lo sucedido a la invención. Como decía Hemingway, toda historia es al fin autobiográfica, aún, como el caso de Big Fish, la más inverosímil.

martes, 3 de junio de 2008

Peregrina

Chico mira camperas en la avenida Rivadavia
con chica de la mano, las de jean con corderito
vaya y pase, las otras están carísimas. En eso
una mariposa con alas como bombines
de un color entre amarillo y violeta
sobre su brazo. Primero la sopla y después
tan linda, la toma de las alas con los dedos
y la suelta en el piso. Ella gime con su fuego herido
postrada entre rondas de cerámica, la calma con que
se ha dejado caer
su ritual callado y sin deseo. Chico
siente los dedos brillantes
estela vegetal y pegajosa
le ve las alas crucificadas
la nervadura plegada sobre si misma
de la mariposa queriendo volar. Aplastala
dice chica
aplastala por favor.

domingo, 1 de junio de 2008

Elephant gun- Beirut