miércoles, 29 de abril de 2009

martes, 28 de abril de 2009

Mariposas II


Ensillamos con Mariana una de alas

naranjas y negras.

Un hilo de cocer suavemente le atamos

alrededor del abdomen y en la punta

colgando

un cuadradito de telgopor

para que pueda volar:

ahora no sos la hermosura que pasa por el jardín

y luego lo abandona por el de la vecina.

Así todas las tardes pasaban las mariposas

recorriendo

los jardines de calle Pellegrini

pero al pasar por el de casa

les poníamos nuestra inicial:

no un hierro al rojo pero al menos

un tergopol que cargaban hasta la muerte:

maldecidas por mí y por mi hermana,

arrastren su eterna roca.

En los jardines vecinos morían las mariposas enredadas

en algún tallo.

A la siesta todos duermen y sólo en el jardín

Segoviano

hay un castigo liviano

para todo lo que es hermoso.


Daniel Durand


lunes, 27 de abril de 2009

No se que me pasa

Después del festival del día de la tierra, estoy escuchando cosas inquietantes...

jueves, 23 de abril de 2009

Common People- Pulp





Ella vino de Grecia sedienta de conocimientos
estudio escultura en el Sant Martin’s College
allí es donde le eché un ojo.
Me contó que su papá era millonario
yo le dije “Bueno, en ese caso tomaré un ron con Coca-Cola.”
Ella contestó: “perfecto”.
y en menos de 30 segundos me dijo:

“Quiero vivir como la gente común
quiero hacer lo que la gente común hace
quiero acostarme con gente común
quiero acostarme con gente común como vos”

¿Y qué podía hacer yo?
“Veré lo que puedo hacer”, le dije.
La llevé a un supermercado
no sé por que, pero tenía que empezar en algún sitio
así que empezó allí.
Le dije: “Finge que no tienes dinero”
y ella simplemente sonrió y dijo “eres muy divertido.”
Y yo dije “¿Si?
pues yo no veo a nadie mas riéndose por aquí.”

“¿Estás segura de que quieres vivir como la gente común?
¿de qué quieres ver lo que la gente común ve,
de qué quieres acostarte con gente común,
de qué quieres acostarte con gente común como yo?”

Pero no me entendió,
simplemente sonrió y me tomó la mano.

Alquila un piso encima de una tienda,
córtate el pelo y encuentra un trabajo,
fúmate unos cigarrillos y juega al pool,
finge que nunca has ido a la escuela.
Pero no creo que lo hagas bien
porque cuando estés en la cama por la noche
viendo las cucarachas subir por la pared
si llamas a papá, él te sacará de todo esto:
nunca vivirás como la gente común
nunca harás lo que hace la gente común
nunca fracasarás como fracasa la gente común
nunca veras tu vida desvanecerse.

Y entonces baila, bebe y garcha
porque no hay nada más que hacer.:

canta acompañada de gente común
canta y te meterás entre ellos
ríe con la gente común
ríe aunque se estén riendo de ti
y de las cosas estúpidas que haces
porque piensas que ser pobre es cool.

Como un perro tirado en una esquina
te morderán y no te avisarán
estate atenta. Te sacarán las tripas.
Porque todo el mundo odia a un turista
especialmente a los que piensan que todo es maravilloso
si, y esas manchas de patatas fritas grasientas aparecerán en el baño.

Nunca entenderás
que se siente al vivir tu vida
sin sentido ni control;
sin ningún lugar donde ir
estás asombrada de que exista esta gente.
Y ellos se queman mientras tu te preguntas por qué.

Alquila un piso encima de una tienda,
córtate el pelo y encuentra un trabajo,
fúmate unos cigarrillos y juega al pool,
finge que nunca has ido a la escuela.
Pero no creo que te salga bien
porque cuando estés en la cama por la noche
viendo las cucarachas subir por la pared
si llamas a papá, él te sacará de esto:
nunca vivirás como la gente común
nunca harás lo que hace la gente común
nunca fracasarás como fracasa la gente común
nunca veras tu vida desvanecerse

Y entonces baila, bebe y garcha
porque no hay nada más que hacer.

Quiero vivir con gente comun como vos.


miércoles, 22 de abril de 2009

Quién termina qué


¿Cómo terminar un amor?- ¿Cómo, entonces termina? En suma, nadie- salvo los otros- sabe nunca nada de eso; una especie de inocencia oculta el fin de esta cosa concebida, afirmada, vivida según la eternidad. Sea lo que fuere del objeto amado, que desaparezca o pase a la región Amistad, de todas maneras, no lo veo desvanecerse: el amor que ha terminado se aleja hacia otro mundo a la manera de un navío espacial que cese de parpadear: el ser amado resonaba como un clamor y helo aquí de golpe apagado (el otro no desaparece jamás como y cuando se lo espera). Este fenómeno resulta de una limitación del discurso amoroso: no puedo yo mismo (sujeto enamorado) construir hasta el fin mi historia de amor: no soy su poeta (el recitador) mas que para el comienzo; el fin de esta historia, exactamente igual que mi propia muerte, pertenece a los otros: a ellos corresponde escribir la novela, relato exterior, mítico.


Roland Barthes; Fragmentos de un discurso amoroso


domingo, 19 de abril de 2009

Mariposas

Ya vas a ver qué lindo vestido tiene hoy la mía, le dice Calderón a Gorriti, le queda tan bien con esos ojos almendrados, por el color, viste; y esos piecitos... Están junto al resto de los padres, esperan ansiosos la salida de sus hijos. Calderón habla pero Gorriti solo mira las puertas todavía cerradas. Vas a ver, dice Calderón, quedate acá, hay que quedarse cerca porque ya salen. ¿Y el tuyo cómo va? El otro hace un gesto de dolor y se señala los dientes. No me digas, dice Calderón. ¿Y le hiciste el cuento de los ratones...? Ah, no; con la mía no se puede, es demasiado inteligente. Gorriti mira el reloj. En cualquier momento se abren las puertas y los chicos salen disparados, riendo a gritos en un tumulto de colores, a veces manchados de témpera, o de chocolate. Pero por alguna razón, el timbre se retrasa. Los padres esperan. Una mariposa se posa en el brazo de Calderón, que se apura a atraparla. La mariposa lucha por escapar, pero él une las alas y la sostiene de las puntas. Aprieta fuerte para que no se le escape. Vas a ver cuando la vea, le dice a Gorriti sacudiéndola, le va a encantar. Pero aprieta tanto que empieza a sentir que las puntas se empastan. Entonces la sostiene con una mano, desliza los dedos hacia abajo y comprueba que la ha marcado. La mariposa intenta soltarse, se sacude y una de las alas se abre al medio como un papel. Calderón lo lamenta, intenta inmovilizarla para ver bien los daños, pero termina por quedarse con parte del ala pegada a uno de los dedos. Gorriti lo mira con asco y niega, le hace un gesto para que la tire. Calderón la suelta. La mariposa cae al piso. Se mueve con torpeza, intenta volar pero ya no puede. Al fin se queda quieta, sacude cada tanto una de sus alas, pero ya no intenta nada más. Gorriti le dice que termine con eso de una vez y él, por el propio bien de la mariposa por supuesto, la pisa con firmeza. No alcanza a apartar el pie cuando advierte que algo extraño sucede. Mira hacia las puertas y entonces, como si un viento repentino hubiese violado las cerraduras, las puertas se abren, y cientos de mariposas de todos los colores y tamaños se abalanzan sobre los padres que esperan. Piensa si irán a atacarlo, tal vez piensa que va a morir. Los otros padres no parecen asustarse; las mariposas sólo revolotean entre ellos. Una última cruza rezagada y se une al resto. Calderón se queda mirando las puertas abiertas, y tras los vidrios del hall central, las salas silenciosas. Algunos padres todavía se amontonan frente a las puertas y gritan los nombres de sus hijos. Entonces las mariposas, todas ellas en pocos segundos, se alejan volando en distintas direcciones. Los padres intentan atraparlas. Calderón, en cambio, permanece inmóvil. No se anima a apartar el pie de la que ha matado, teme, quizá, reconocer en sus alas muertas, los colores de la suya.

Samanta Schweblin

viernes, 17 de abril de 2009

Moby por David Lynch

miércoles, 15 de abril de 2009

El tatami


Mi perro se llama Bob. Se llamaba Bob en realidad. Goyo es la cría que recibimos cuando Bob sirvió a un pastor alemán. Al peludo le costó un huevo y la mitad del otro, al principio no quería, cuando le tomó el gustito no quería parar. Cuando me fui me llevé al perro y Goyo, por supuesto, se quedó con mis viejos. Ahora debe andar por los siete años. Es lindo. Se queda tirado cerca mientras escribo en la pieza o cocino o me pego un chapuzón en la pile. Tiene los ojos mansos de sueño y una tontera que a veces se acerca tanto a la lucidez que da un poco de miedo: esos perros que, en alguna parte, parecen esconder un brillo de inteligencia. La cosa es que a mi me gusta fumar faso en las alturas: ni siquiera en la segunda terraza sino arriba del tanque de agua: a veces pensaba, cuando te pega esa paranoia tan especial que te brinda la marihuana, que cualquier vecino podría verme trepando o bajándome del tanque y naturalmente agarrar la escopeta y rajarme los sesos de un tiro. Esa altura es exquisita, porque estás más alto que nadie, en Ramos no hay tantos edificios, al menos fuera del centro y entonces te podes tumbar tranquilo, mirar las cosas, pensar. Sos el dios de tu cuadra. Y abajo Goyo me mira y a veces, justo antes de que me decida a bajar, suelta esos chumbones bárbaros, como si no me reconociera. Entonces es cuestión de descender y calmarlo con caricias en la trompa, aclararle que ya no soy el dios de nada, que ya pasé los treinta y estoy a su altura, que ya es hora de agarrar la correa y salir de paseo.

El cuento completo acá

martes, 14 de abril de 2009

domingo, 12 de abril de 2009

¿Se te viene una semana jodida?

¡Ponete la máscara de Christopher Walken y arrasá con todo nene!


Cosas que si o no


Brota la fiebre y me quedo en casoli. No hay viaje de semana santa, no hay cash, no hay histeria femenina en la costa; apenas unas cervezas y una nueva versión de la despedida del sábado pasado: esta vez en un cabaret de morón; queda un viernes de películas y jugo de naranja tirado en el sofá, un sábado de paseo por San Isidro (¡que top!) picada y, más tarde, cita en bar de Caballito. Se esfumó el tan ansiado viaje al Tigre. Me viene una imagen: camino de la mano de mamá por el mercado de frutos; me siento en las escalinatas sucias que dan al río, cerca del bodegón donde almorzamos. Hoy domingo, ojala, salga un Gabo Ferro, para cerrar a full un finde demasiado heterogéneo.


viernes, 10 de abril de 2009

Todo lo que toca se vuelve agua



Aquel domingo a la tarde en que me tomé un café en la boutique del libro solo porque estaba sonando un maravilloso disco de Leonard Cohen, esa misma tarde, empecé a descubrir a Nick Drake. Me lo mencionó ella entre vasito de birra y pizza; pensé después que hay algo en los cantantes suicidas y con cara de otoño que le pega duro a las pibas melancólicas. Todo bien. La cosa es que al otro día me bajé Pink Moon y el disco anterior, el que suena más jazzie. No solo eso, me devoré una nota fenomenal de Rodrigo Fresán. Algunas perlitas:


Nick Drake no sabía hablar por teléfono, pero le encantaba escuchar música con audífonos. Murió sin conocer el walkman. Alguien escribió que cuanto más se lo escucha a Nick Drake, más se duda de su existencia


Al final, ni asistía a las presentaciones de sus discos. Ponían una foto suya, tamaño natural, pegada y recortada contra un cartón.


Manía persecutoria, pánico al invierno, autismo, drogas recreacionales entendidas como forma de castigo, altas y bajas, psiquiátricos, seguir grabando –en las canciones desesperadas de Pink Moon no hay un solo poema de amor–, dejar el master de su brevísimo disco minimal en la puerta de su compañía grabadora sin avisarle a nadie. Uñas largas y pelo sucio. Drake lee El mito de Sísifo de Albert Camus. Intenta entrar al ejército, pero no. Intenta trabajar en un estudio de grabación, pero no. Intenta estudiar para programador de computadoras, pero no. Intenta comprender por qué sus discos no se venden, pero no. Vuelve vencido a la casita de los viejos. Desaparece sin que a nadie le importe. Se va a dormir una noche y no despierta al día siguiente


miércoles, 8 de abril de 2009

Otoño

martes, 7 de abril de 2009

Entrada a pie de página


El sábado las fui a escuchar a Cobra: una librería muy chic cerca del Parque Centenario, tan coqueta como pequeñísima, que tiene un buen surtido de poesía contempo, fotografías y libros raros de Aira. Como es normal, llegué tardísimo así que me tuve que plantar afuera mientras una de las chicas empuñaba su viola. Cuando el interior se fue desagotando pude chusmear y llevarme un librito bastante artesanal con poemas de Bukowsky. Claro. Las cosas suceden a destiempo: en mi época sub-20 leí algo en un una edición horrible, que venía con los poemas y su traducción engrampados a doble página. Me quedé con ganas de comprar un libro de Diana Bellesi y otro de Mariano Blatt. Últimamente la guita no me alcanza para nada. Tengo que volver. En el viaje en tren anduve leyendo algo; me fui hasta Castelar, a la despedida del amigo que se va por un año a Nueva Zelanda (Acordarme siempre de esta frase de Bioy: “Los viajes, por que nos enriquecen de recuerdos, agrandan la vida”) Demasiadas cosas esa noche, demasiado, como si hubiese vaciado el tanque de golpe, como si ahora solo me quedara un cansancio enorme y puro desgaste.


Voy a copiar uno de los contados poemas no tan pesimistas del viejo lobo:


Conocí a un genio:


conocí a un genio en el tren

hoy

como de seis años de edad

se sentó a mi lado

y mientras el tren

avanzaba a lo largo de la costa

llegamos hasta el océano

entonces él me miró

y dijo

no es hermoso.

fue la primera vez que me

percate

de ello.


sábado, 4 de abril de 2009

Furiado


Arriba del Sarmiento compré una edición en fotocopias de un tal Gastón Almada: el cuento, titulado “Pene XXL” promete mucho hardcore. No está tan mal, tiene un par de escenitas un poco brutales, sobretodo una en un chat, arruinada algo por la voz de la primera persona (“mientras pensaba que responder me llegó una foto de ella: parecía tan sexy como vulnerable; me dieron ganas de cojer”) Por momentos, un poco pretensiosa en lo que a estilo se refiere. En fin. Llegué tarde al Bafici, no habías mas entradas, así que fuimos a cenar una pizza con espárragos (ay, las cosas que uno hace) o algo así, con un porroncito de cerveza que dentro del Abasto sale diez mangos. Hablamos de cine, Radiohead, Liniers, viajes. Cosa rara: mientras adentro pibes de lentes hacían la cola para ver una peli francesa, afuera vimos como unos peruanitos usaban una sierra eléctrica para romper el candando de una mountain bike. Linda zona eh. Te infla un poco la paranoia caminar por ahí. Pero estuvo mas que bien, hacerle el aguante al fresco en la parada del 109, que se yo, una noche linda al finale.


viernes, 3 de abril de 2009

Lecturon