sábado, 29 de marzo de 2008

Capsula de emoción

Hace un tiempo largo, una persona muy querida me mostró este video. La terrible hermosura (lagrimógena) se llama "Father and daughter" y es un trabajo con acuarela de Michael Dudok de Wit.

martes, 25 de marzo de 2008

Poema número I


No hay bondi ni milagro alguno
que arribe a esta densidad: la solución
es caminar sobre las huellas de los caballos
nunca la bosta
para aliviar el dolor de los talones;
un cazón llega desde su planicie marítima
puedo imaginarlo
buceando en círculos y arrumado
al color azul de las perlas:
a veces un espejo y el cielo
brindan la misma secuencia.

Y cuando la caña finalmente se agita
han transcurrido un segundo o meses o años
en perfecta y sistemática quietud
es válido preguntarse quién ha llegado acá a morir
como la sombra de un objeto constante
pero el mar
de proporciones colosales
es el verdadero relámpago.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Este es el año de la rata


Soy un Tilo en el horoscopo celta y mi ¿virtud? es la duda.

pd: acepto cualquier tipo de regalo!

lunes, 17 de marzo de 2008

Ya sale ( o salió)


Dig, Lazaruz, dig!
por Nick Cave and The bad seeds

Me dijeron hace poco

Hola señor Mandarina, ¿me convida uno de sus gajitos?


Y te juro que me caí de ternura.

viernes, 14 de marzo de 2008

10 razones para ver a Bob Dylan


1) Te vas a cenar hasta empacharte toda la voz y las gárgaras del viejo Cowboy.

2) Por que el Never Ending Tour es el rapto volador de alguien que no quiere ni puede volver atrás, la gira como un viaje ininterrumpido al no-retorno.

3) Modern Times es un discazo.

4) Si tenés más de cincuenta, es probable que discos como Blonde on Blonde o Highway 61 Revisted te hayan roto el alma.

5) Te vas a dar cuenta que a León Gieco no se le ocurrió de la nada eso de tocar la armónica y componer canciones sobre la libertad y la guerra.

6) Mierda, es Bob Dylan, jamás pensaste verlo en vivo.

7) Cuando suene Highway 61 Revisted, vas a ver miles de cabezas repletas de cáustica lunar agitándose, arriba abajo, arriba abajo.

8) Como se desprende de Foucault, vas a verificar que el aura perdida de los objetos estéticos recae en los grandes iconos populares (bueno, quería decir que leí ese artículo)

9) Tenés un miedo extraño de que la banda suene peor que nunca, que la voz de Dylan se quiebre o no se escuche una mierda, peor aún, que Bob sufra un infarto en el escenario, pero ¿sabes? Nada de esto va a pasar y va a ser un gran show.

10) Por que la estatura poética de Dylan le permitió emparejarse con grosos de la poesía yanqui, componiendo bestialidades como Fourth time around, Desolation row o Like a Rolling Stone (a veces no puedo creer la terrible modernidad de este tema)

miércoles, 12 de marzo de 2008

Al invisible (o no) lector puanesco

Parece que la materia "Problemas de Literatura Latinoamericana" que figura en el cronograma de la carrera de Letras en este primer cuatrimestre, representa la ruptura y posterior reunificación de la catedra primigenia fundada por David Viñas (si, de él estamos hablando) Acá, el entretejido del asunto, según María Iribarren.

martes, 11 de marzo de 2008

Ornamentos


El problema de escribir haciendo caso omiso a cualquier tipo de elipsis es que el texto se entorpece de comentarios redundantes. Para que aclarar que hacia un frío insoportable si ya dije que ellos dos se frotaban las manos delante del fuego. Esas cosas. De chico me sorprendía, por ejemplo, que los soldados, cuando hablaban por radio, dijeran “cambio” cada vez que terminaban su parlamento. ¿El interlocutor no se daba cuenta por la entonación cuando terminaba la pregunta?


Mi trabajo sobre literatura alcohólica se está complicando. Como me sucede cada vez que preparo un examen, me interesan más los datos coloridos, poco redundantes, que el lento aprendizaje- mediante repetición- de la bibliografía obligatoria. Scott Fitgerald chupaba, en sus últimos años, alrededor de 20 botellitas de cerveza diarias; Faulkner, quizá para no perder su ritmo literario, alrededor de 25 martinis. Dylan Thomas murió de una crisis etílica después de mandarse 18 wiskies por la garganta.


Acabo de pensar que doy la picture exacta del chabon al que no le importan demasiado las mujeres. Mi hermano está haciendo un despelote bárbaro desde las once, cinco o seis amigos, otras tantas femmes. Voy a buscarme unos sanguches de miga y apenas saludo, hola, que tal, me quedo hablando sobre la serie de Stargate un rato y si es esencial o no contar con una buena cintura para bailar salsa. En Stargate (la película, aclaro) se me mezcla cierta fascinación por el género fantástico con un recuerdo familiar: fue una de las dos o tres pelis que fuimos a ver en familia, hace mas o menos diez años, cuando el cine de los miércoles salía 3 mangos con 50. Pero volvamos: una de las chicas se me queda mirando como si fuera una aparición fantasmal a las cuatro y pico de la madrugada. La cocina está repleta de envases de cerveza y por la tele pasan un video de los Cafres. En un par de segundos recorro mentalmente un montón de episodios semejantes. Si. Doy esa pinturita exacta, como si estuviera pensando en otra cosa o tuviera siempre mejores cosas que hacer.


El sábado le saque lustre a mi faceta de eterno outsider durante el recital de Interpol en el Gran Rex, primero que nada, me sentí algo así como un cronista de la Rolling Stone que solo puede comentar estupideces. Por ejemplo, que los videos de leones o pumas deglutiendo sus presas era el contraste ideal ante el estático acting de los músicos. Que si fuera mina no podría enamorarme del cantante, casi seguro del bajista o el batero, por ejemplo. O que la manera de moverse de la primera guitarra me hacia acordar a Woody, el fenomenal vaquero de Toy Story.

viernes, 7 de marzo de 2008

Intrusiones

I

Una vez que abandono el pedalín de la bicicleta y el manubrio roto, me meto en la casa. Intento no hacer ruido, las chancletas adhiriéndose a la cerámica, la puerta vaivén, todo para no despertar a Lorena, pero ahí está, recién levantada, sacando las migas del mantel. Ella espera a sentirme cerca para darme un beso, uno de esos besos con mucho ruido, descaradamente pastoso, y me cuenta que tuvo un sueño terrible en el que la confundían con su abuela: su madre le repetía una y otra vez que debía de estar muerta mientras ella gritaba que no, no podía ser, la abuela era una mujer distinta. Yo me acordé entonces de la muerte de mamá, aquella vez, en el sanatorio, cuando le confesé que la quería mucho. Lo cierto es que tuve suerte, la mañana siguiente me avisaría mi hermano que la pulmonía la había matado durante la noche, no sufrió, aclaró mi hermano, no sufrió nada. En el sueño de Lorena no sucedía nada más, o por lo menos ella no recordaba, era su abuela y nadie lograba entender como no seguía enterrada en una fosa de la Chacarita.
Después del desayuno y una buena ducha fumo escuchando un disco de Led Zeppelin. Siempre he creído que The raing song es uno de los mejores temas de la historia. Afuera todo igual, triste y para la mierda. Lorena me recuerda que vienen sus padres en eso de las siete, me lo dice como si pudiera olvidarlo, pero si, lo olvidé por completo. En eso Fidel abre la puerta goteando mugre, empieza a joder, tiene hambre y se le nota horrores.
- Vení- dice Lorena- vení que te limpio las patas.
El perro ni cinco de pelota.


II

Sus viejos llegan puntuales. Hablan los dos demasiado, son simpáticos pero algo irritantes. Yo fabrico los comentarios justos y cada tanto me voy a pavear con Fidel, le pateo la panza jugando, le hago mimos. Sé que Lorena le tiene bronca a estas actitudes, ella sale a buscarme, ya casi está la cena, me dice. Cuando voy entrando la escucho. De golpe. Un grito corto, de esos gritos sin eco. Primero siento la cara de mi suegro buscándole el cuerpo a su hija. Después me doy vuelta sin entender por que tanto despelote, por que Lorena mira asqueada la boca del perro, por que su madre, la que en el sueño la creía muerta, dice sacalo, sacalo rápido. Entonces veo al pajarito y yo también me asusto. Una vez, a los quince, entré a mi pieza de madrugada y al prender la luz encontré a mi perra temblando, parada al lado de mi cama. La perra me miraba y entonces noté el vientre abierto y la sangre que chorreaba. La panza era un cráter que había explosionado desde dentro. Tardé unos segundos en reaccionar, el animal me buscaba triste mientras me iba llegando el olor podrido de la sangre y las entrañas. Aquella vez también grité antes de despertar a los viejos: un grito parecido a este, sorprendido, con poca fuerza, como si alguien lo tironeara hacia atrás como se sujeta una correa. Ahora mismo, no sé explicarme mejor, sobresale por la boca de Fidel la pata y un montón de plumas. Veo, como si estuviera en otro plano, la manera en que Lorena se estira y ante la retracción de Fidel apenas consigue quedarse con un pedazo de alita en la mano.
Yo pienso en un tenedor, algún cubierto, un sacacorchos para hundirlo en la boca del perro y revolear de un tirón, de izquierda a derecha, la porquería a mitad comer.
Cuando vuelvo de la cocina mi suegro está agarrando al perro de las patas traseras y Lorena, con cara de asco, le abre el hocico. Una vez que lo saca y el perro queda liberado, le salta encima y Lorena cae para atrás, en cámara lenta. “Se va a romper el cuello” me digo, pero cae de culo, a lo sumo se rompió el traste.
- ¡Salí boludo! ¡Salí de acá!
- ¡Hace algo!- me gritan, pero ni modo: Fidel salta y Lorena levanta al pájaro medio comido, lo mueve de un lugar a otro y el pájaro se va deshaciendo, tal cual, una locura, se va deshaciendo como una fina lámina de cartón mojado: primero la pata, después la cola, el cuello desarticulado que se tuerce hasta posiciones inverosímiles.
- Quedate quieta
- ¿Qué?
- Que te quedes quieta pelotuda, el pájaro, ¿no lo ves?
Pero Lorena no me entiende y yo de golpe me empiezo a reír, no puedo parar, me caigo de la risa y entre los ladridos es la madre de Lorena la que me escucha y me odia, la que piensa que me volví loco. Finalmente todo termina cuando mi suegro se acerca harto y mete un formidable puntapié en el trasero peludo de Fidel. Lo que ahora vuelve a quebrar el aire es otro gritito demente de Lorena al mirarse la mano, al arrojar al pasillo, cerca de la bicicleta, los restos apelotonados y desgarrados del animal.
Como una histérica abre de un tirón la puerta y entra en la cocina.
- Semejante despelote por un pájaro- le digo a mi suegro, recordando que tengo el sacacorchos brillante en la mano, casi como si quisiera asesinar a alguien.

lunes, 3 de marzo de 2008

La parte secreta de un paracaidas


A las seis de la mañana los gatos del Jardín Botánico se esconden debajo de los bancos o te miran pasar, con esos ojos manzanales de cerámica nocturna. Un gordo viene de frente escuchando una canción de Hilda Lizarazu. No se sabe si está triste o contento, mueve un poco la cabeza pero se nota que está compenetrado en el camino, como si fuera posible equivocar el paso y caer de pronto por una boca de subte. En realidad no está demasiado lindo para quedarse fumando a la intemperie, pero es así como la veo: algo como una comadreja del tamaño de un perro Schnauzer, bordeando un arbusto, arrastrando una cola de rata gorda y pesada. Me hecho hacia atrás hasta casi caerme con el cordón de la vereda. En realidad no se que es, digo comadreja gigante, pero mirando ahora las fotos a través del google, es imposible. ¿Una especie de mutación urbana? ¿Una cruza extraña entre gato y rata? Por Santa Fe vagan los coches como si buscaran una escapatoria de la luz o de Buenos Aires. El tiempo se hace lerdo, la velocidad no funda el olvido. Desaparecer no es sonreír, dice Charly, dice también el comienzo de un poema que escribí hace mucho. Me pregunto entonces que ocurre cuando se entrecruzan los ciclos, cuando algo del otro se empieza a permeabilizar despacito, como si un error de cálculo hiciera posible el entrecruzamiento de las franjas. Igual que en Cicatrices, esa maravillosa novela de Saer. ¿Qué sucede cuando la gente cambia y se nos tornan de pronto desconocidos? ¿O lo que cambia es nuestra consistencia, nuestra superficie? Camino hacia Borges, se que la tristeza y el malhumor son mas contagiosos que un bostezo. Mientras, Ocelote alondra de Buscaglia suena en las orejas.