domingo, 31 de mayo de 2009

La plantita de la perdición

sábado, 30 de mayo de 2009

Zeppelin

Otro texto letal de Fabián Casas

miércoles, 27 de mayo de 2009

Dos


El otro día me avivé: escribo bastante bien en pedo, aunque todo tiemble y los subtes pasen debajo de mis pies. Tengo esa sensación: después hay que corregir, hacer un método de la prosa. Me acabo de terminar la segunda cerveza y pienso en William Faulkner y su rancho en Rowan Oak, en las novelas que escribía Fitzgerald sobre el jet set yanqui de los 20. Esas fiestas glamorosas y chic con productores de Hollywood, cocktails, actrices altísimas con gestos de Ava Gardner que murmuraban, humedeciéndose los labios, que estaban comprometidas cuando alguien las sacaba a bailar. Pero Fitzgerald chupaba veinte martines diarios para poder escribir, Kerouac lo mismo, se explotaba de anfetas y birra y escribía cebado en sus legendarios rollos de impresión, sin corregir absolutamente nada. Tengo la cabeza encerrada en una idea: quiero escribir sobre alguno de los viajes a Morteros, en el Renault que tenía mi viejo por el noventa y pico, escuchando canciones de Sergio Denis y del Puma Rodriguez. Mamá tenía esa emoción de los chicos cuando se marean en los viajes largos, me queda una imagen de ella vomitando en la ruta, entre los pajonales a treinta metros y las luces de la rotonda sobre su campera tejida, una imagen que me cae redonda como un relámpago. La cosa sucedía así: íbamos a Morteros cada dos o tres años a visitar a unos parientes, en realidad no era Morteros sino un campo algunos kilómetros antes de llegar a San Francisco. Durante la estadía, los cuatro (mis viejos, mi hermano y yo) dormíamos apretados en una pieza fresquísima que daba a una galería, detrás de eso un galpón enorme y el corral de los chanchos. Delante de la casa, en la tierra, había una canchita de fútbol donde nos matábamos a pelotazos con Fabián. Durante esos viajes, muchas veces, yo lo acompañaba a Néstor a alimentar a la vacas o a buscar peones que siempre hablaban con monosílabos: me tiraba en la parte de atrás de la chata, bajo un sol radiante y con los perros corriendo detrás, azuzándolos para que no se quedaran, con la esperanza estúpida de que nunca se resignaran al cansancio. Y lo peor es que corrían. En cambio ya no me acuerdo del viento o los olores, lo que sentía al fumar mis primeros cigarrillos. Una mierda en realidad. Había una pileta sucia a media llenar, como en las películas de Lucrecia Martel. Quizá esta relación la estoy construyendo a la inversa, no parto de la infancia hasta Lucrecia sino al revés, desde Graciela Borges tumbada como una momia en la reposera doy un salto enorme de doce años que arrasa con todo. Es como si tuviera una imposibilidad para acercarme a las cosas sin que medie un puente. Pero prefiero seguir un poquito más: Fabián tenía una hermana llamada Antonela, unos tres o cuatro años más grande que nosotros. Creo que hace poco se recibió de contadora y lo ayuda al Néstor con los números. Fue la primer mina que me calentó, por eso aquel viaje, el primero, tiene para mi cierto imaginario de iniciación. Palabra jodida esa, por que da a entender que me la garché pero nada que ver. Solo nos tomamos de la mano una vez en que casi me caigo de un caballo. También me llevó para afuera la tarde en que mi viejo llegó esquivando a los perros que le chumbaban, con mi hermano en brazos, gritando que le había agarrado la pierna con los rayos de la bicicleta. Sin querer, decía como si hiciera falta. Se le veía un pedazo de la tibia y Antonela me tomó del hombro y me acompañó afuera. Para distraerme me preguntó que música escuchaba y no puedo acordarme que cosa le respondí. Phillip Roth cierra así una de sus novelas: no hay que olvidar nada. Repito: no tenemos que olvidar nada.


lunes, 25 de mayo de 2009

Entonces me dijo: “estoy podrido de pasarme las noches buscando trabajo en zona jobs”


Pienso en trabajos hermosos y pienso

en manejar un camión por las rutas

heladas de la Patagonia;

o ser uno de esos sujetos que prestan su cuerpo

para hacer de ellos

pruebas científicas: por ejemplo

no me importaría que alguien me monitoree

y saque conclusiones

mientras duermo;

pero eso no es hermoso

es, a lo sumo, indistinto. Ser cuidador

de un acuario

sería hermoso, apoyar

la nariz sobre el vidrio

y el vidrio sobre el abdomen

de una mantarraya

o un pez cielo. Otro:

atender una librería

y leer en horario laboral

a Kerouac diciendo lo único

que me interesa del arte

es el sentimiento.


viernes, 22 de mayo de 2009

Huerta Orgázmika


Si viajas en el Sarmiento seguro la viste ahi nomás de la estación Caballito, con sus plantitas y su horno de barro. En una de esas escuchaste la noticia, o te contaron, o viste un volante o de casualidad te encontraste con un despelote bárbaro el lunes a la noche, en Rojas y las vías. Habrá actividades durante el finde; si tenés ganas y tiempo, ya sabés...

jueves, 14 de mayo de 2009

Tambotin

martes, 12 de mayo de 2009

Uno


Cuando me preguntan por mi abuelo Chiche me llegan dos sensaciones: miedo y asco. Chiche, ahora, a los setenta y pico, con dos dedos menos en la mano izquierda (culpa de una pésima maniobra con la sierra de la carnicería) y no se cuantas internaciones, es un ñoqui del gobierno provincial. El otro día lo ví caminando desde la parada del 96, en la esquina de Varela y Avenida de Mayo. Tardó diez minutos en andar cuadra y media. Daba lastima el viejo. De chico, me acuerdo, me agarraba la pija cada vez que lo saludaba. Él solía congelarse frente al televisor 14 pulgadas mirando las carreras del TC, todos los domingos, sentado en una silla de plástico con un almohadón debajo del culo. Al acercarme, me preguntaba si había conseguido, nunca supe, hasta años después, de que me hablaba; era entonces cuando me tanteaba el bulto y me apretaba con fuerza, hasta que comenzaba a doblarme. Después de eso, volvía nuevamente al hipnótico abandono de las carreras. Cuando mis viejos se iban asomando (siempre, por algún motivo, guardaban distancia entre nosotros y mi abuelo) aprovechaba y me escabullia hacia la cocina, esperando los ravioles de seso que cocinaba Olinda. Por aquellos años también estaban mis primas, quizás después hable de ellas, en especial de la mayor, Cinthia, que ahora está internada en un loquero. Hace unos días mi vieja me contó que solo le permiten visitas los miércoles, una horita, no más de dos o tres personas, que hay una lista de espera y eso, simplemente. Pero no son más que mi abuela, mi tío y la hermana, es decir mi otra prima, los que van seguido a verla. A veces pregunto como anda y me cuentan cosas sueltas y exageradas, peleas familiares y cuestiones de la tenencia. Escucho chismes, cosas que pueden o no ser verdaderas. En el jardín de esa casa, ponele, antes de que construyeran un dos plantas de puro hormigón, había un gallinero que lo recuerdo siempre cubierto de barro, a mi me daba asco meterme y solía ser el último en jugar a arrinconar a las gallinas. También se criaban palomas en esa casa: un día comimos paloma al tuco y solo me queda un olor desagradable, un tirarnos luego al sol, con la panza repleta, como esquimales un poco ciegos y achinados.


jueves, 7 de mayo de 2009

miércoles, 6 de mayo de 2009

Declaramos bombona a Inés Efron

Le preguntan a Angel Cappa qué es el fútbol

Es un juego, sobre todo, para vislumbrar la felicidad.

martes, 5 de mayo de 2009

Los cuentos del Dr Tiritas


LOS CUENTOS DEL DR. TIRITAS

Delenda est Carthago (http://delendaestcarthago.com/) en colaboración con la Casa de la Juventud de Granada y con ayuda del proyecto Pliegues/Despliegues (http://plieguesdespliegues.wordpress.com/) busca cuentistas. Este proyecto quiere reunir 20 cuentos infantiles para ser leídos/repartidos en hospitales a niños enfermos/salas de espera.

Envía tu cuento (de unas 500 palabras)
antes del 1 de julio de 2009
a proyectos@delendaestcarthago.com

domingo, 3 de mayo de 2009

Domingo de



Mate y galletitas sonrisas...

viernes, 1 de mayo de 2009

Me acaba de pasar

¿Viste cuando alguien te saca justo la ficha y vos te lo quedas mirando con cara de pelotudo?