martes, 27 de noviembre de 2007

Accesorios


.....................................I

Si me empezó a gustar Milena fue porque hacia gimnasia en un centro de deportes cerca de casa- el Stela Alpina- y por que una noche la vi bailar con otro en un asalto. Creo que aquella vez se río de un chiste mío acerca de un perro Cocker y hasta le convidé gaseosa y un puñado de chizitos.
También sucedía que su nombre me recordaba una famosa marca de chocolates que no sé si sigue existiendo, y eso estaba bien, realmente, porque me ayudaba a trazar un imaginario que la distinguía de las otras pibas del curso. Pero con Milena lo mismo que después me sucedería con otras mujeres: nunca aprendí a conquistarlas, el laburo fino, lo que se dice chamuyo. Una vez había tirado la cartuchera de dos pisos cuando ella pasaba y al menos conseguí que habláramos un rato. Otra, compré un alfajor de chocolate que, después de dos semanas, se terminó pudriendo en los bolsillos de la mochila. Recuerdo un día en que ella caminaba con sus amigas ante el tumulto del patio, todos jugando a la pelota con latitas o tirándose las llantas de neumáticos que por algún motivo extraño convivían con nosotros en las clases de gimnasia. Ella. Yo a un costado cuando un hijo de puta me bajó los pantalones y salió corriendo. Esa misma noche soñé que al pibe lo mataba a golpes, que en el baño le pegaba hasta que las manos me quedaron rojas.
Me sentí un estúpido cuando le conté a Fran. Eso nomás, Milena. Si, eso nomás, le dije. Esa tarde tomé café con leche en una taza que tenía escrito te quiero sobre un fondo de nubes. Creo que nunca me voy a olvidar de esa taza.


.....................................II

A él no le parecía lo del chocolate, era muy simple, teníamos que buscar otra cosa. Al día siguiente se le ocurrió que lo mejor sería una remera. Nada de bombones o un peluche. Costaría más, es cierto, pero decidimos que con la remera verde me la ganaba. No recuerdo por qué motivo tenía que ser verde. Capricho o decisión de Frán.
La plata la saqué de los ahorros de la primera comunión. Al día siguiente, después del mediodía, encaramos para el centro de San Justo. Caminamos un rato largo por los negocios de la avenida, yo no me decidía, Fran me ayudó y juntos elegimos una remera con volados en las mangas, cuello redondo, de un verde esmeralda precioso. Al tanteo pedimos un talle y nos reímos mucho cuando dijimos que alguno de los dos debería probársela. Después, como sobró algo, compramos unos aretes muy bonitos, colgantes, de un negro opaco. Fue entonces que Frán tuvo otra de sus ideas: dejárselo a las escondidas, sin nombre, sin que Milena supiera quién había dejado el paquete en la puerta de su casa. Imaginé la situación y comprendí que el plan era perfecto: ella saldría, nosotros escondidos en alguna parte, su sonrisa, un papel chico diciendo “Para Milena”.
Parecía genial. Y fue Frán el que me dio ánimos para hacerlo la mañana siguiente, justo antes de que ella saliera rumbo al colegio.
- Después te acercás y le decís que fuiste vos el del regalo- me aseguró Frán, riendo, sabiendo que así cerrábamos por fin el asunto.


.....................................III

A la mañana siguiente envolví la remera y el par de aros en una bolsita de plástico. Puse dentro una tarjeta. Luego esperamos con Fran entre la verja de calle y un níspero con olor a pis de perro. No recuerdo si Milena salió puntual o yo, agobiado por los nervios, le dije a Fran que me iba. Algo por el estilo. Los ojos centellantes y la mueca de asombro de Milena bien pueden ser frutos de mi imaginación. La cosa es que dejé el paquete y por un tiempo no volvimos a hablar ni de Milena ni del regalo.
Después, una o dos veces la vi por el Stela, siempre tan linda. Por la razón que fuese no me animé a acercarme y confesarle lo del regalo. Tal vez mi timidez necesitaba la aprobación de Fran, ese necesario empujón en la espalda.
Pasaron algunas semanas: empezó el campeonato de fútbol, después los exámenes, los torneos colegiales. Una tarde, saliendo de la clase de gimnasia, la reconocí en la esquina, con la remera puesta. Milena, increíble, me hizo una seña, como diciendo vení, acercate. Crucé la calle muerto de miedo, mirando el piso, con más ganas de correr que otra cosa. Cuando estuvimos cerca noté que ella también estaba nerviosa y buscaba algo en un bolsillo. Yo dije un hola tartamudo solo por hacer algo, para no quedar así, silenciosos.
- Tengo mucha vergüenza- dijo y me tendió un papelito doblado en cuatro
Cuando me dio las gracias y se despidió, los chicos ya se amontonaban fuera del patio, todos sudando, riéndose a los gritos. Yo me di vuelta y desdoblé la hoja, a mi también me gustas, decía, a mi también me gustas, Francisco, al final de todo, Francisco, decía la letra de Milena. Yo hubiese preferido que me bajaran los pantalones delante de todos, que se rieran de mis calzoncillos. Cualquier cosa menos eso.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Aimee



¿Qué pasaría si me magnolizaran?

jueves, 22 de noviembre de 2007

Música


Como las canciones Flamming Pie, allá por el 97
Paul y sus objetos intimistas
me conmueven
tan radiantes de luz:
en la canaletas no se pierde el líquido sónico.

El tiempo recortado
las despedidas
dentro de la cajita musical;
lo extraño es acordarse
poner el estereo
abrir la ventanilla y cantar. Cerrar los ojos,
aunque atentemos contra la seguridad vial

¿Pero los eventos hermosos
las canciones de verdad
en donde quedaron
quién se las lleva a otros oídos?

hoy mi sensibilidad parece asmática
alguien me sustrae hermosura de las antenas

domingo, 18 de noviembre de 2007

No me delates

No es la primera vez que veo “Las horas” pero no puedo despegarme de la tele: ya me comí todas las medialunas de jamón y queso y mi cuarto de helado pero sigo acá, admirado por semejante intensidad actoral, la atmósfera, música, montaje, todo. Me preguntan por qué el personaje de Julianne Moore abandona a su familia, quién vivió- o más bien se mató- antes: si Virginia Woolf o Alfonsina Storni, si Ed Harris era el hijo de. Hay cosas que no puedo contestar, las sensaciones se me atragantan. Antes de esto estuve persiguiendo a un hombre-conejo por las calles de Paternal: después de mes y pico el Dany nos respondió el mail y por fin pudimos conocer La casa del coleccionista. Evento bizarro, clandestino, una de esas cosas que se cuentan de boca en boca y que a uno le llegan por obra del profesor de un amigo que estudia publicidad. Más allá del resultado, es copado encontrar este tipo de escondrijo en Buenos Aires, esta sensación de pequeña mitología barrial, cruza de cuento de la cripta/ el país de Alicia con fotograma lyncheano. En fin: no se puede decir más. Nadie lo aclara pero parece parte del juego.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Despedidas

Y uno se despide en terminales
donde todo se rompe,
donde se barre de madrugada con esos largos escobillones
el aserrín de la tristeza,
donde hay máquinas gigantes
con motores de furiosos y negros caballos de fuerza
para partir en dos el mundo,
el cielo que amparó una convivencia,
para cortar raíces, cabos de sangre, amores,
para desenlazar almas rompiendo,
desgarrando los vínculos trazados por un tiempo
de nítida amistad bajo las nubes.
Todo con esa levedad del ómnibus
que deja atrás las estaciones,
el tráfico de pueblos o ciudades
que de a poco se atenúan en suburbios
a medida que se hunden los altos edificios
y crecen los jardines
hasta el primer caballo en un baldío,
las últimas esquinas,
y esas ruedas como unos soles muertos
que ya no se detienen,
la tierra aflora en surcos,
se ensancha el desamparo, la pobreza,
luego es la soledad de la llanura,
el campo abierto, ausente.
¿Y el que quedó detrás, en terminales,
inmóvil y con ese brazo en alto,
el siempre despeinado
por el viento de la eterna despedida?

Pedro Mairal

lunes, 12 de noviembre de 2007

Videoteca

Buscando un poema de Pedro Mairal, caigo en la Audiovideoteca de Buenos Aires. Dos imperdibles:

El don de la invisibilidad- Fabián Casas

La ficcionalización del pasado- David Viñas.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Tubo de luz

Desde que me dijeron que tengo que usar aparatos me río menos. Ayer soñé que finalmente me los ponían (creo que desde hace un mes que mi dentista me viene posponiendo el turno) y yo tenía que afrontar una y otra vez el momento en que mis amigos me vieran con las cosas metálicas en la boca. Eran instantes terribles y yo pensaba por favor, que no los noten, o no me carguen, o todo siga igual, mi autoestima ya está por el piso, peor que esto no puede ser. Pero si. Siempre se puede estar peor. Lo supe hoy cuando me levanté después de las cuatro, no había luz, tenía resaca y ganas de llorar, estaba solo, no había comida ni me quedaban cigarrillos: salir tampoco era una opción, cada vez voy sumando más días en que no quiero que nadie, pero nadie, me vea. Mucho menos que me hablen. Tener que hablar. Cuando vuelve la luz- tardísimo- recibo un mail del encargado de la liga de básquet que me ningunea y me trata de “irresponsable pibito”. Tengo ganas de mandarlo a la mierda pero también siento mucho miedo. Pienso a quien llamar para charlar un ratito y no se me ocurre nadie. Recorro amigos o más bien amigas pero siento que algo está mal, que no les interesa ni un poco, que no puedo confiar. Me sirvo un vaso de Coca y me pongo a escuchar unos temitas de Flopa que bajé el viernes. Uno se llama “Debajo del álbum blanco” y me resulta genial. Todo mejora. Despacito. Todo menos el asunto de los aparatos.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Michelin

Hoy me tocaba afeitarme, así que entré al baño, abrí la canilla y preparé la hojita, después me llené la palma de espuma y permanecí quieto ante el espejo, pensando. Recordé que hacia mucho que no me llenaba la cara de espuma y me ponía a bailar cualquier cosa. Esta vez no bailé. En su lugar vacíe medio pote en los cachetes y me senté en el inodoro. Fui algo así como un muñeco de malvaviscos de metro noventa hasta que mi hermano golpeó la puerta: hace mucho que estaba así, la espuma ya comenzaba a gotear por todas partes.

martes, 6 de noviembre de 2007

Noche

No quiero saber que hace la gente cuando duerme
sus vueltas
la percusión del salvataje nocturno;
soy un tipo normal
carrera clásica en vías de extinción
escribo poemas
tengo insomnio, una continencia
abrumadora al pasado. Hay días
en que mi sonrisa es un perro que me ladra.
Así las cosas
tengo alergia al pasto recién cortado
mi cara me disgusta;
hubo una tarde en que puse un pez tropical
en una pecera de agua fría
lo hice por curiosidad
para ver que pasaba
el pez no se murió, que extraño realmente.

Bajar un cambio



Chango Spasiuk "Mi pueblo, mi casa, la soledad"

domingo, 4 de noviembre de 2007

Domingo violento

Durante ese ratito fui otro tipo, algo así como un toro que había visto una cosa roja. O simplemente una calentura horrorosa sin ese segundo de calma en que la cabeza te dice “pará, por favor pará”. En ese caso uno opta por enfriarse y tomarse un respiro. No. Nada de eso. Directamente me fui al humo. Tal vez haya sido la primera vez que me peleo más allá de alguna cosa de chicos o casi adolescentes. En realidad solo fueron dos o tres golpes en poco menos de cinco segundos hasta que nos separaron un número impreciso de brazos y gritos. Después quedó la batahola, la suspensión del partido, gente que me decía “cumpliste el sueño de todo jugador de básquet: pegarle a un juez”. Ahora que pienso el instante todo se me hace lento, me quedan sensaciones pero los detalles me los van armando otros que me cuentan. Por ejemplo no sé en donde pegué; estoy seguro que el otro me pegó por que me duele arriba de la ceja. Ahora me dicen que podría haber una denuncia. Encima mañana tengo parcial y no puedo concentrarme ni tocar un apunte. Es muy tarde, tengo insomnio, lo peor es que ya sé con que voy a soñar cuando consiga dormirme.