jueves, 31 de diciembre de 2009

Al carajo todo

Despedí el año, emborrachate, fumate uno y pega una buena fiesta. Pero haceme caso por favor, baila un temita con alguien que te quiera.

martes, 29 de diciembre de 2009

El puto año termina

y se asoman con toda la furia dos nuevos trabajitos:

Temporada de conejos - Martín Buscaglia
Pesebre - Axel Krygier

domingo, 27 de diciembre de 2009

Uno de Crossover

Daniel San

Algunas cosas se saben y otras
se aprenden con el tiempo;
para el señor Miyagui
ya estaban abiertas las puertas que a mi madre
le brindó un pequeño libro que explicaba
milenarias tendencias orientales
ejercicios de relajación y técnicas
para vivir cien años. Como también
detallísimas instrucciones para hacer
bonsáis:en el jardín de casa
sobre una mesa de madera construida
a desnivel que brilla
ante el reflejo del sol,
les recorta la raíz de alimento
cuando se cumple el quinto mes,
poda con amor y paciencia
sus ramas finas, les da forma
con una pinza de mango celeste
que me recuerda el pico
de un tucán caribeño.

No está encerrando los años sino
las consecuencias de esos años:
las miniaturas
con sus hojas y su pequeño flujo de savia
y su pequeño temblor. Mi madre
representa la figura de un leñador
evolucionado por la dinámica
del capitalismo occidental. Me pregunto
que fijación tienen los orientales
por las cosas pequeñas: ¿será

la falta de espacio
una esencial preocupación por el detalle
o quizá el devenir materialista
de sus pijas cortas?

Pasa un año, pasan dos,
pasan cinco años: mi madre
envejece; encontré hace poco
en un monedero un dibujo
de una cara feliz que yo había hecho
a los cinco o seis. Es natural:
mi madre envejece;
pero quizá para sentirse viva
se somete al embrujo
de indistintos hobbies: tarjetas
macramé, tejidos
adornos en arcilla, bonsáis. Con mi madre
jamás pude
torcer sus raíces
equilibrar con armonía los años
y sus efectos.

sábado, 26 de diciembre de 2009

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Libritos

¿Cómo la ves?

Crossover es un poemario de 50 pages y sale 12 pe. Ártico es un libro de cuentos que vengo preparando hace un par de años, tiene 120 páginas y saldría 16 pesos. Pero atenti que lo hago por encargo.

Si querés el tuyo, mandame un mail o escribime por acá. Pero no te cuelgues eh!

¡Échale semilla!


Esto es así: después de seis horas de pelotudeo y nauseas (ojo, de diez menos veinte a cuatro de la tarde) entras, das tu tema y te sometes a ese tipo de preguntas que dan ganas de mandar a la mierda la carrera, onda: “¿En que año Rubén Darío publicó Azul? No, no, el año exacto, no me digas finales del siglo XIX, fue en 1897, ese año es fundamental por que muere su mujer y Darío viaja a Buenos Aires y se hace corresponsal de La Nación”. Digo nomás ¿¡Por que no se van un poquito al carajo!? En fin, la cosa es que rendís el último final del año, te sacás una mochila pesadísima de encima y pinta auto-regalo: cerveza fría y Tokio Blues de Murakami. Al rato estás viajando apestado de calor, a pleno con el i-pod y moviendo la patita con la música del gran Axel K:




martes, 15 de diciembre de 2009

Man


Se me pone la piel de gallo. A los 43 pirulos el Loco Montenegro se calza la pilcha de Obras Sanitarias para jugar la Liga de las Américas.

jueves, 10 de diciembre de 2009

La que queda


Lanzar un hiper-bolazo

que se trague al presente

dejando un hueco

zona franca

para movilizarse hacia lo inútil

para desconocerse

parking line

a ninguna parte.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Tv por la tarde


Agarro el final de un especial sobre Johann Cruyff: flaco, elegante, una bestia futbolera. Hay una jugada fenomenal en que un tal Van Hanegem le tira un pelotazo frontal y Johann ya sabe lo que va a hacer apenas empalme la pelota con el botín. La ve venir desde lo alto, la cancha llena, sesenta mil alemanes de mierda colmando el estadio de Munich. El otro día me enteré que los alemanes tienen una sola palabra para referir amigo-novia-amante-hermano-querido-chongo y dieciocho formas distintas de decir borracho. Supongo que eso dice bastante de la idiosincrasia germana. En fin, el asunto es que Johann, con una caricia, todo hecho como si tres o cuatro cosas pudieran ocurrir de manera simultánea, duerme la número cinco y al mismo tiempo la arroja dos o tres metros en diagonal. Ahí arranca. El lateral alemán soñará por siempre con el catorce estampado en aquella camiseta naranja. Cuando alcanza el vértice del área grande, con una precisión formidable, cuelga la pelota del ángulo izquierdo del arco defendido por Maier.


lunes, 7 de diciembre de 2009

Confieso un estado de animo

Janis Joplin- Summertime

miércoles, 2 de diciembre de 2009

No retornable


Salió el nuevo número de No- Retornable!

martes, 1 de diciembre de 2009

El señor de las liebres voladoras


Hace un tiempo me invitaron a participar de una revista literaria. “Podes escribir sobre cualquier cosa” me dijeron. A la pole llegaron tres autores: Cesar Aira, Claudia Masín, Fabián Casas. De Aira me interesaba tanto su ambigüedad imaginativa como su misterio: no da entrevistas, produce a un ritmo infernal, nunca se sabe bien donde está, que hace, como piensa. El sábado apareció, en ADN cultura, una entrevista genial al autor de La liebre. Quiero resaltar dos momentos:


“Creo que la narrativa, en la Argentina por lo menos, ha caído en un realismo un poco chato, casi costumbrista, costumbrista tecno, pero costumbrista al fin. Hay una chatura tal (y me sucede con muchos jóvenes que se reclaman de mi influencia, de mí como modelo) que, cuando leo lo que escriben, me sorprendo. Ha quedado muy relegada la invención. Hay como más voluntad de testimonio, de estas vidas maravillosas que estamos llevando. Creo que la historia les ha jugado una mala pasada a los novelistas, y es que les ha solucionado muchos problemas. Y una novela sin conflicto… Estos jóvenes de clase media, que son los que escriben, los que van a la Facultad de Letras, hoy día ya no tienen ningún problema, la historia se encargó de solucionarles todo. El problema sexual, por ejemplo: hoy los jóvenes no tienen los problemas que teníamos nosotros. Entonces se inventan. O recurren a la neurosis. A la hipocondría. Y toda esa miseria psicológica a mí me cansa. Yo quedé como enganchado a las novelas de piratas: salgamos al mar a hacer algo, a tener aventuras. Este realismo de barrio elegante, Palermo Soho, no me convence”.


“Cuando mis hijos eran chicos, vivíamos en un departamento muy pequeño, y me acostumbré a ir a un café, sentarme y escribir ahí. Buenos Aires es una ciudad, bendita sea, que tiene muchos cafés muy acogedores donde uno puede quedarse tranquilamente. En mi caso, nunca mucho. Media hora, una hora, en que me siento, a mitad de la mañana. Mis hijos crecieron, se fueron a vivir solos, pero la costumbre mía quedó. Así que todas las mañanas, a media mañana, me voy a un café y hago mi sesión del día: escribir una paginita, porque voy escribiendo muy despacito. A veces he pensado si lo mío no se parece más al dibujo que a la escritura, en el sentido de que soy muy fetichista de lapiceras, tintas, papeles buenos, cuadernos muy exquisitos, y escribo tan despacito y pensándolo tanto. Todo lo mío tiene un componente visual muy grande. Siempre estoy pensando que se vea bien lo que estoy escribiendo, al final de cuentas me parece que estoy haciendo un dibujo cada día”


La interviuw completa, acá