viernes, 11 de junio de 2010

Reversión de un poem para Erica Garcia

Erica Garcia fue el redoblante
que batía febril la expectativa
de mi adolescencia, la mansalva
evanescente de aquel rubí
que soportaba mi tedio
y para colmo rockeaba
como ninguna otra perra hermosa
que haya conocido este país.
Así fue que un día le pregunté
a mi amigo Felipe si sabía que era
de la vida de Erica; me contó
que ahora trabaja de mesera en un bar
de Reykiavich
que toca la guitarra y canta
los viernes por la noche
rabiosas versiones de Joy Division;
Erica sigue editando discos calientes
para las gélidas almas
de los agonizantes muchachos de Europa;
se ha cambiado el color de pelo
por un rojo exuberante y se hace
llamar Anneli
cuando toca en pelotas
su guitarra eléctrica. A veces
cuenta historias de amantes brasileros
y de sensaciones que pierden
su rastro en las nevadas; otras
se gana un sobresueldo
en la zona roja de la capital de Finlandia.
Su novio es un mercenario polaco
de ojos celeste llamado Jarro Bongo
amante del heavy metal
y del sexo duro. Todo lo demás
es top secret, muchachos.

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