martes, 11 de marzo de 2008

Ornamentos


El problema de escribir haciendo caso omiso a cualquier tipo de elipsis es que el texto se entorpece de comentarios redundantes. Para que aclarar que hacia un frío insoportable si ya dije que ellos dos se frotaban las manos delante del fuego. Esas cosas. De chico me sorprendía, por ejemplo, que los soldados, cuando hablaban por radio, dijeran “cambio” cada vez que terminaban su parlamento. ¿El interlocutor no se daba cuenta por la entonación cuando terminaba la pregunta?


Mi trabajo sobre literatura alcohólica se está complicando. Como me sucede cada vez que preparo un examen, me interesan más los datos coloridos, poco redundantes, que el lento aprendizaje- mediante repetición- de la bibliografía obligatoria. Scott Fitgerald chupaba, en sus últimos años, alrededor de 20 botellitas de cerveza diarias; Faulkner, quizá para no perder su ritmo literario, alrededor de 25 martinis. Dylan Thomas murió de una crisis etílica después de mandarse 18 wiskies por la garganta.


Acabo de pensar que doy la picture exacta del chabon al que no le importan demasiado las mujeres. Mi hermano está haciendo un despelote bárbaro desde las once, cinco o seis amigos, otras tantas femmes. Voy a buscarme unos sanguches de miga y apenas saludo, hola, que tal, me quedo hablando sobre la serie de Stargate un rato y si es esencial o no contar con una buena cintura para bailar salsa. En Stargate (la película, aclaro) se me mezcla cierta fascinación por el género fantástico con un recuerdo familiar: fue una de las dos o tres pelis que fuimos a ver en familia, hace mas o menos diez años, cuando el cine de los miércoles salía 3 mangos con 50. Pero volvamos: una de las chicas se me queda mirando como si fuera una aparición fantasmal a las cuatro y pico de la madrugada. La cocina está repleta de envases de cerveza y por la tele pasan un video de los Cafres. En un par de segundos recorro mentalmente un montón de episodios semejantes. Si. Doy esa pinturita exacta, como si estuviera pensando en otra cosa o tuviera siempre mejores cosas que hacer.


El sábado le saque lustre a mi faceta de eterno outsider durante el recital de Interpol en el Gran Rex, primero que nada, me sentí algo así como un cronista de la Rolling Stone que solo puede comentar estupideces. Por ejemplo, que los videos de leones o pumas deglutiendo sus presas era el contraste ideal ante el estático acting de los músicos. Que si fuera mina no podría enamorarme del cantante, casi seguro del bajista o el batero, por ejemplo. O que la manera de moverse de la primera guitarra me hacia acordar a Woody, el fenomenal vaquero de Toy Story.

4 comentarios:

pamela dijo...

Ah nene como te entiendo, muchas veces me sucedió que haciendo un tipo flashback de tal o cual cosa relevante en mi existencia no puedo dejar de pensar en la sarta de bobadas que dije, hay otras en las que simplemente me ocurre que me cuelgo en la mitad de la clase y la peor es cuando me largo a reir a carcajadas y no hay nadie conmigo, es cuando las mujeres apretan la cartera y los hombres se cruzan la calle solo un perro justiciero me mueve la cola.
Mua!

Martín dijo...

Pamela, todos nos colgamos en mitad de las clases. Sabelo. Hoy, sin ir más lejos, me estaba bañando y empecé a construirme una situación muy sit-com a lo Seinfeld. Obvio que me empecé a reir solari!!! ¿Qué será de la vida de los perros justicieros?
Besote!!!

Luisa Ballentine dijo...

Oye, yo te metí en la cabeza esta cuestión de los ornamentos y no veo mi nombre por ningún lado.

Mmmm. Eso no está bien.

Martín dijo...

Guardo las fotos ornamentales porque son maravillosas. Ya llegará el ornamentos segunda parte y me daré un festín...

pd: lo único que falta es que me acuses por los derechos de autor Luisa!