sábado, 15 de noviembre de 2008


La correntada de aire me hace tiritar. Me subo el cuello del camperón y me acomodo la bufanda escocesa dentro del pulóver. En lo alto mantengo el fogonazo rabioso de la antorcha, que ilumina los pastizales de la plaza de los rateros: los bancos están destruidos, olor a pis de gato, bandadas de árboles que mueven sus copas bajo un ritmo impreciso. La noche no ilumina nada. En algunas casas, si se fuerza la vista, lo que se percibe es el fulgor de las velas detrás de las persianas. La mayoría duerme. Algunos pocos deambulan con linternas o con antorchas por el barrio, buscándolo al borracho de Tonga. Distraído cruzo la plaza y pateo una latita de coca cola descascarada: como mosquitos se me vienen encima los pedazos de cartones, toneladas finiseculares de basura hueca. Desde la altura de la calle el corte de luz parece total: una oscuridad negrísima burbujea mientras la lata que pateo hace un ruido metálico sobre el césped, una vez, dos veces, hasta que me doy cuenta que me aburro como un perro. No tengo nada en que pensar. En un portón se me da por apretar un timbre y salir corriendo. Cuando llego a la esquina recupero el aire, me agacho, me doblo sobre mi mismo bajo una sed exasperante. Sufro unas puntadas horribles que crecen desde la panza.



Extracto de "Solos y de noche"


3 comentarios:

Corina Margarita dijo...

"un ruido metálico sobre el cesped"

casi que lo escucho

qué lindo cuando a veces escribe cuentos.

;)

besotes

Martín dijo...

Corr: me desinvitaron a Cosquín, podes creerlo??

Eliana dijo...

Las cosas que llegamos a hacer solos y de noche!! Se me ocurren miles pero luego termino aburriéndome nuevamente!.
Saludos