Sentados al borde de la pileta a las cinco de la tarde, con una Quilmes helada esperando a la sombra, el hermano de mi amigo nos cuenta sus experiencia con el ácido. Su primer consejo es que, para la gente virgen como nosotros, un cuarto vendría a ser más que suficiente. Nunca tomar en soledad, nos recomienda. De ser posible aprovechar unas vacaciones en las sierras, con las montañas de fondo, mientras nosotros intentamos subirnos a uno de esos silloncitos inflables, nos tiramos agua, tomamos sol. El efecto puede durar 24 horas y un buen porro, al día siguiente, te puede volver a poner a bien arriba. Me espanta un poco la idea de estar puesto un día entero. En realidad no me entusiasma demasiado drogarme: suelo sentirme un idiota y, más de una vez, estuve ansioso por volver a la normalidad. También me deprime un poco ese no acordarme de algunas sensaciones mientras estoy hipersensible, mientras pienso en luces o dibujo ideas. Como si fuera un tiempo vacío que mi obsesión por la utilidad (¿burguesa?) no me permite disfrutar. A veces se me da por pensar que no estoy capacitado para disfrutar nada, ni lo premeditado ni tampoco lo espontáneo. Después vemos el partido de fútbol y tomamos mate. Vuelvo a casa para pegarme una ducha y volver a salir y, caminando, me doy cuenta que siempre tengo cinco o diez minutos realmente depresivos. Durante el año, las cinco cuadras que separan Rivadavia de la facultad son un buen ejemplo de esto. Va terminando el año: demasiadas fiestas, demasiados cumpleaños. Sueños en los que amanezco en una casa quinta, rodeado de gente desconocida: estuve durmiendo bajo un árbol y sopla un viento fresco. Finales de diciembre: un túnel de cerveza, dolor de cabeza, risas y música que a veces cansa un poquito.
7 comentarios:
Cuando leí cuarto pensé en una habitación... (jajaj, no se me ría)después entendí
pensar en luces, parece un caleidoscopio mental, y no deja de parecer grato
los sueños de fines de año, las fiestas, los túneles...
el fin de año es raro, como inestable.
beso!
Qué bajón tu post en la víspera de la navidad. Pero no es tan terrible, después de todo sería iluso estar arriba all the time, hay que tener matices, como un crepúsculo. O en su defecto helado para subir el ánimo, jajaja. Pásalo bien hoy día.
jaja estaba por decir otra cosa, algo sobre la saturación de las fiestas, pero me colgué con la idea de brindar con un helado de limón y "cham-pán"! (luisa, una genia)
y de paso, aviso que habrá rejunte en casa después de las doce, por si andás cerca y te dan ganas de pasar
abrazo enorme
Romi, Luisa para lanzar ideas gastronómicas o hablar de tortas y helados es un as (o no Luisi?) Crease o no, yo ya encargué helado y OBVIO, la combinación champú-limón es infaltable!
Corina: sos una zapalla y todo es un poquito raro y... agotador! Otro beso!
Luisa: El post es del lunes, simplemente estoy un poco cansado. Felicidades para vos y MUCHO helado para ambos.
Dale Romi, me encantaría pasar por ahí, de verdad, pero vivo lejani. Pasala de diez, saludos a chavela, beso grade para vos!
Ay chicos, ya somo los 3 los fanáticos del helado. Hay que concretarlo cuando vaya a Buenos Aires.
Creo que pocas experiencias son mejores a la de compartir.
Una sensación paranoica me invadía las primeras veces que me drogaba con marihuana. La coca nunca me gustó, se ve que no nací para ella, mejor así. Esa euforia me taladraba las cabeza y solía quedarme tieso como un totem. No es para mí.
Lo de la paranoia era indubitable, sentía que todos me miraban y me apuntaban y cuchicheaban sobre mí. Solo faltaba las risotadas y que yo empezara a vomitar, para que el cliché estuviera completo. Eso poco a poco fue menguando, en la misma medida que mis ganas de fumar un porro.
Al final, encontré que el alcohol me pega mejor.
Bienvenido Insomnio, que loco esto, siempre me pasó lo mismo y pocas veces lo compartí con alguien: la paranoía que me provoca el porro. Es exactamente como vos decís, especialmente cuando hay desconocidos. A la coca no llegué; igualmente, ya te digo, no cambio la birra por nada del mundo!! Abrazo!!
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