Daniel San
Algunas cosas se saben y otras
se aprenden con el tiempo;
para el señor Miyagui
ya estaban abiertas las puertas que a mi madre
le brindó un pequeño libro que explicaba
milenarias tendencias orientales
ejercicios de relajación y técnicas
para vivir cien años. Como también
detallísimas instrucciones para hacer
bonsáis:en el jardín de casa
sobre una mesa de madera construida
a desnivel que brilla
ante el reflejo del sol,
les recorta la raíz de alimento
cuando se cumple el quinto mes,
poda con amor y paciencia
sus ramas finas, les da forma
con una pinza de mango celeste
que me recuerda el pico
de un tucán caribeño.
No está encerrando los años sino
las consecuencias de esos años:
las miniaturas
con sus hojas y su pequeño flujo de savia
y su pequeño temblor. Mi madre
representa la figura de un leñador
evolucionado por la dinámica
del capitalismo occidental. Me pregunto
que fijación tienen los orientales
por las cosas pequeñas: ¿será
la falta de espacio
una esencial preocupación por el detalle
o quizá el devenir materialista
de sus pijas cortas?
Pasa un año, pasan dos,
pasan cinco años: mi madre
envejece; encontré hace poco
en un monedero un dibujo
de una cara feliz que yo había hecho
a los cinco o seis. Es natural:
mi madre envejece;
pero quizá para sentirse viva
se somete al embrujo
de indistintos hobbies: tarjetas
macramé, tejidos
adornos en arcilla, bonsáis. Con mi madre
jamás pude
torcer sus raíces
equilibrar con armonía los años
y sus efectos.
2 comentarios:
Qué groso. No puedo esperar a tenerlo completo en mis manos.
Buen tentempié.
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