Vamos a buscar honguitos. Tomo el cestillo, y tú la cesta grande.
Te digo -y cae una leve lluvia y estoy sin capelina- te digo: Los honguitos son redondos, blancos. Pero estos otros son pimpollos de rosa. De rosada rosa. No -contestas-. No. Son honguitos bajo lluvia. Pero mira bien... ¿Qué dices?!
Y ya diviso otros, otras, fofos, fofas, marrones como tabaco, y de aquel tronco estalla en silencio un hongo color naranja, ciruela, rojo como una estrella; que grita un poco al ser cortado.
Entonces, decimos con miedo: -Volvamos. Ya. Volvamos.
Pero sobre la levísima lluvia se abre un arcoiris inmenso y va de punta a punta; sus siete colores inasibles, apenas pintados.
-Quedémonos, pues, un poco más.
Allá, lejísimos, hay una franja de tormenta, blanca plateada, en la que acaecen, pululan, los truenos y los rayos
"Los ojos del gato eran celestes como vidrio y alhelí"
Al pasar me pareció que el árbol me llamaba, quería decirme algo. Me detuve; miré el tronco, largo, gris, un poco entreabierto arriba. Allí tenía metido un hongo, enorme, con un ala; parecía un animal o un sombrero, parecía una gallina. Eso era lo que quería avisarme el árbol. El hongo era gris, y a ratos, de un rosa morado. De tan rotundo, curvo, había echado hijos. En cualquier parte tenía numerosos muchachitos, huevos. Pude irme, entrar al bar; pero quedé. El árbol hablaba, me hablaba, sin hablar, que era su manera de hablar.
3 comentarios:
Vamos a buscar honguitos. Tomo el cestillo, y tú la cesta grande.
Te digo -y cae una leve lluvia y estoy sin capelina- te digo: Los honguitos son redondos, blancos. Pero estos otros son pimpollos de rosa. De rosada rosa. No -contestas-. No. Son honguitos bajo lluvia. Pero mira bien... ¿Qué dices?!
Y ya diviso otros, otras, fofos, fofas, marrones como tabaco, y de aquel tronco estalla en silencio un hongo color naranja, ciruela, rojo como una estrella; que grita un poco al ser cortado.
Entonces, decimos con miedo: -Volvamos. Ya. Volvamos.
Pero sobre la levísima lluvia se abre un arcoiris inmenso y va de punta a punta; sus siete colores inasibles, apenas pintados.
-Quedémonos, pues, un poco más.
Allá, lejísimos, hay una franja de tormenta, blanca plateada, en la que acaecen, pululan, los truenos y los rayos
Marosa!
"Los ojos del gato eran celestes como vidrio y alhelí"
Al pasar me pareció que el árbol me llamaba, quería decirme algo. Me detuve; miré el tronco, largo, gris, un poco entreabierto arriba. Allí tenía metido un hongo, enorme, con un ala; parecía un animal o un sombrero, parecía una gallina. Eso era lo que quería avisarme el árbol. El hongo era gris, y a ratos, de un rosa morado. De tan rotundo, curvo, había echado hijos. En cualquier parte tenía numerosos muchachitos, huevos. Pude irme, entrar al bar; pero quedé. El árbol hablaba, me hablaba, sin hablar, que era su manera de hablar.
Marosa
me acordé de ti, Ga!
Ud y Marosa
;)
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