Me encanta que, pese a la saturación y los quilombos edilicios, hayan armado un tatami en el segundo piso de Puan. Se nota que con mucho amor construyeron una pared - pintada como todo el cuarto de un verde manzana- que divide el aula en dos, trajeron paneles - rojos, verdes y azules- y ahora los judocas pueden sacarse la tensión o cagar a patadas en paz toda la burundanga teórica de la escuela de Frankfurt.
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