viernes, 1 de febrero de 2008

Las horas

Stephen Daldry, director de Las Horas, cuenta en los anexos que trae el dvd - una de esas escasas oportunidades en que la película viene acompañada con material valiosísimo y muy interesante- lo difícil que fue encontrar al pequeño Jack, la versión infantil de Ed Harris, especialmente porque la mirada de Ed tiene una afección muy particular. Daldry también explica como al chiquitín le narraban historias de hadas durante el rodaje, luego utilizaron esas expresiones durante el film: las causas de las reacciones, en el personaje, son bien distintas, pero el efecto es el mismo. ¿Qué es lo que hace que una expresión proveniente de la maravilla de una historia pueda pasar como un gesto de abandono o de tristeza? Se puede creer que esto solo ocurre en un plano distintivo al real, que es la dimensión que funda el cine. Pero quizás no sea así. Por que las miradas del pequeño Jack funcionan a la perfección sin que uno conozca su secreto. Mi hermano, por ejemplo, mayormente en su niñez, utilizaba prácticamente las mismas muecas para llorar que para reír. A veces uno no sabía, al principio, que es lo que iba a hacer. Esto le debe suceder a mucha gente. Daldry cuenta un montón de cosas copadas. Durante la famosa escena en que Virginia Woolf y su marido discuten en la estación de tren, cuando ella pretende viajar a Londres, Daldry explica que mantuvo separados a los dos actores durante todo el día de filmación, para así lograr que la tensión corporal y emotiva estallara en el momento del encuentro.
Una última cosa: desde que vi a Julianne Moore en Magnolia- y un poco después en su bellísimo papel de pornostar en la primer película de Anderson, Boggie Nights- se convirtió en mi actriz preferida. Literalmente me partió el bocho. De la belleza de Nicole Kidman no hay mucho que agregar. Pero en la entrevista, cuando las tres actrices de la peli comparten sillón, es Meryl Streep la que les pasa el trapo a las otras dos. Mientras Julianne y Nicole están recontra producidas, Meryl se pasea con cero maquillaje y con una colita en el pelo. Hermosísima. Creo que siempre tuve debilidad por esa clase de sencillez.

6 comentarios:

sirako dijo...

es que llorar y reír termina siendo lo mismo.

cuando era niño no llegaba a entender la diferencia y lloraba todo el tiempo.

simalme dijo...

Qué bonita película , suele ser difícil, pero esta vez mejor que el libro. Por cierto, gracias por leerme.

Martín dijo...

Sabes que no leí el libro Simalme? Pero la película me parece insuperable, asi que debe ser de esas poquitas excepciones ¿no? El cruce se dio via Molina, claro, abrazos!

Sirako: creo que una vez supe que se ponían en práctica casi los mismos músculas en una y otra actividad, una cercanía muy rara en ese reverso de sensaciones. Lo de llorar todo el tiempo me lo ahorro!! Saludos

Anónimo dijo...

Tengo muchas ganas de pasar por la rotura de bocho. La sensillez de lo que verdaderamente me gusta, algunas veces, me asusta.

simalme dijo...

Me alegro de que se haya dado el cruce. Te agrego.

Martín dijo...

La verdad? Yo también!!! (Paula)

Voy a hacer lo propio Simal, una vez que abandone esta colgadez costera!! Abrazos!!