viernes, 4 de julio de 2008

La prensa

Lo que golpeaba el vidrio de la ventana era una especie de frío seco, inútil. A menos que esos golpes sirvieran para pulsar las horas que pasaba echado, ruidos como ráfagas de cansancio, empujoncitos que hacían temblar el cenicero de madera sobre la panza, enrulado por bucles de ceniza.
Encima del escritorio estaba la foto que miraba de costado, quizá por que le venía una sensación curiosa de que la foto se estaba moviendo, o más bien que algo de ella estaba viva y también lo miraba a él. Lo que no sería extraño, por que la piba que aparecía de frente a un balneario de Villa Gesell lo estaba abrazando. Y encima se dejaba tocar el culo. No se si a él, tirado y fumando en la cama, pero también a él, vestido con unas bermudas azules hasta la rodilla, en cueros, medianamente bronceado. Lo que también podía suceder es que tuviera que revisar, a cada rato, que él mismo no desapareciera de la playa. O que ella no se fuera, como definitivamente pasó, pero mucho después de esa fotografía detrás del balneario y unos días antes de que el pibe de la foto se tirara a fumar y a escuchar un viento que no se sabe si golpea o se imagina. En eso se avivó que le picaba el cuerpo. Se sentía triste. Primero, agarrando el cenicero para que no se vuelque, estiró un pie, hizo apoyo en el suelo y se enderezó. Abrió la parte de atrás del marco y puso la foto boca arriba. Después le vino la idea, dijo ya está, creyendo que eso mismo que iba a hacer solucionaría todo su drama. Casi con timidez metió mano y todo sucedió con cierta brutalidad fantástica: a la fuerza la agarró de los pelos, la fue retirando de la playa, de las olas, a pesar de los pataleos y los gritos a través del papel fotográfico. Un brazo gigantesco que tapaba el sol. Finalmente puso el cuerpo de Camila sobre la mesa. “Ahora si que no te podés rajar a ningún lado” gritó, cerrando más y mas la mano hasta formar un puño.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Eeeeh... psicoterapeuta? Para qué? si basta con asesinar unas cuantas fotografías y queda uno como nuevito.
Ché, de verdad que está impresionante este cuentito, pero no me sorprende. Es de los tuyos. Prolijito y detallado.Y una descripción para degustar con los 5 sentidos.

Martín dijo...

Yo sabía que eras vos Viviana! Hay algo en tus formas que te deschava. Me alegra mucho que te guste y que te hayas pegado una vueltita por acá. Bueno, beso grande!