martes, 28 de abril de 2009

Mariposas II


Ensillamos con Mariana una de alas

naranjas y negras.

Un hilo de cocer suavemente le atamos

alrededor del abdomen y en la punta

colgando

un cuadradito de telgopor

para que pueda volar:

ahora no sos la hermosura que pasa por el jardín

y luego lo abandona por el de la vecina.

Así todas las tardes pasaban las mariposas

recorriendo

los jardines de calle Pellegrini

pero al pasar por el de casa

les poníamos nuestra inicial:

no un hierro al rojo pero al menos

un tergopol que cargaban hasta la muerte:

maldecidas por mí y por mi hermana,

arrastren su eterna roca.

En los jardines vecinos morían las mariposas enredadas

en algún tallo.

A la siesta todos duermen y sólo en el jardín

Segoviano

hay un castigo liviano

para todo lo que es hermoso.


Daniel Durand


3 comentarios:

Luisa Ballentine dijo...

Odio las mariposas.

Martín dijo...

Mmm, ahora que lo pienso, los dos cuentos son un poquito perversos con las mariposas...

Corina Margarita dijo...

Buuuu

y yo que te iba a decir Martinchún con acento de nuevo...


pobres mariposas-palabras...

buuuu