Mi padre avanza por la loza hacia
los primeros peldaños del tanque
que chorrea hilos de agua
sobre el pasto:
el sol le pega en los ojos
como el martillazo
de una máquina enceguecida
lloverá, está noche o mañana
a lo sumo
dice inflando el pecho
se sostiene con los dedos
del borde
perdido en su interior:
si tan solo se pudiera
observar el mar
el agua por dentro:
¿qué pensaríamos
de nosotros
aquí afuera?
de la decepción no se vuelve
ya nunca se vuelve
de cierta clase de inocencia.
6 comentarios:
Eeeeeeeeeepa, epa epa epa. Qué grande este poema señor, sí señor. Oh sí, señor.
Y no se vuelve... oh. Tristeza absoluta :(
"idem anterior"
epa
De la decepción no se vuelve.
Groso.
El poema es grandioso Martín, y creo que ese final, nos pegó fuerte a todos. Y sí, claro que sí, no se vuelve...
Mi beso.
Muy lindo.
Dan ganas de estar ahí mismo con el pasto a punto de llover.
Gran.
Publicar un comentario