El viajero no es aquel que viaja buscando los mismos signos de la ciudad que ha dejado atrás, sino aquel que pone a prueba una nueva legibilidad semiótica, la posibilidad de adecuarse a un nuevo espacio decodificando nuevos signos, nuevos parques, caminos, construcciones, mercancías. Aquel que se enfrenta a un lenguaje que no conoce y aprenderá a leer la nueva ciudad a medida que se desplace. El viajero supone dos fases: primero la movilidad vertiginosa, el camino (On the road) el imaginario del destino distante. Luego, la tarea de reconocimiento, el choque con la multitud o el vacío (bosque, playa, desierto). La primera fase no supone lectura mas que como expectación de lo que viene, aunque mas adelante trataremos el tema de la ruta y su significación. Quizá aquí es donde se confunde el turista con el viajero. Los diferencia la certeza de su imaginario con respecto al porvenir. El turista, en cambio, es aquel que viaja mediante lógicas ya experimentadas, no busca mas que los signos leídos en lo que ya conoce: el turista no experimenta mas que una vivencia. La verdadera experiencia, la anécdota, la posibilidad de adecuación, solo está en el viajero. Por eso odiamos las guías turísticas y amamos los libros de viajes.
2 comentarios:
ays... me hiciste doler las ganas de lejos
Dicen que la inteligencia es la capacidad de adaptación, dicen...
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