jueves, 31 de enero de 2008

De puro chusmeta

Deambulando por la net me topé con ellos: Hamacas al río.

miércoles, 30 de enero de 2008

Notas del hormiguero

Recibo en mail de Editorial Abaco, parece que arman algo así como una selección de autores que ya han formado parte de alguna de sus antologías. Me había olvidado por completo de este libro que salió hace ya uno o dos años. Ni siquiera recuerdo que es lo que mandé, pero debe haber sido un pésimo poema: creo que el eje temático era el silencio, o algo por el estilo. Acá abajo meto otra cosa, algo reciente, que encontré buceando en mis archivos de Word:


Si querés escapar de la perspectiva terrestre
sin trasbordadores de por medio
sin que meta la cola el asunto ese de la abducción
alienígena. El biplano no es una opción potable
es cierto, tampoco pagaría quinientos mangos
para tirarme en paracaídas.
Yo, que nunca leí a Cheever
ni a Raymond Chandler
pero que he pispeado decenas de veces ese libro
quiero ser energía líquida, inmaterial
sonido exquisito; la promiscuidad sexual
será parte del rapto
la enervación de los sentidos, el temblor
del imaginario. A veces
los amigos traen algo para fumar
que primero desmenuzamos en el baño
mientras algunos todavía pelan
los últimos huesos del asadito;
entonces alguien dice que la imagen
de Cristo ahí arriba parece un porro
erecto como un cohete de madera.

lunes, 28 de enero de 2008

No es una bomba de humo

No me acuerdo si alguna vez bailé tanto, creo que no, todo fue un maravilloso trance, una especie de enervación hipnótica (podría agregar también colectiva) de la cual salí renovado: en algún momento de cansancio descubrí que había estado una hora sin pensar absolutamente en nada, solo envuelto en el ritmo, casi como si la chica de vincha verde me hubiese hecho dejar mi cerebro en la entrada del Konex. En una de esas a L le pasó lo mismo (nada hubiese sido lo mismo sin la mujer que bailaba árabe al ritmo del candombe). En fin, para sacarse las escamas, recomiendo La Bomba, los lunes, en la fábrica del Once.

Pd: vuelvo a comprobar que mi colgadez no tiene límites: compro una tarjeta para el celu, después de una hora de vanos intentos por cargarla, descubro que compré una tarjeta moviestar, y yo uso… ejem (díganme por favor que esto también les pasó)

sábado, 26 de enero de 2008

No es viernes pero...

este tema me va a sacar sonrisas siempre!

A lo de Gero

A se encuentra con M en Gero, viernes dos de la matina. No se conocen más que por fotito en miniatura y descripción de Netlog. Ella mide, al tun tun, metro setenta y cinco en sandalias, está bien, ni fea ni linda, pero al rato empiezo a sospechar que no está bien del marulo. Dice muchas veces la palabra pija, afirma que para ella no existen los tonos intermedios, todo blanco o negro, las cosas se apretujan invariablemente entre esos dos polos. Después de un rato y nosecuantas cervezas encima, le confiesa, al oído de A, que a cada rato le gusta más. No se que cara pone mi amigo. Yo me voy a las cinco, con la promesa arrancada y alcohólica de armarme una cuenta de Netlog.

viernes, 25 de enero de 2008

Todos los caminos conducen a Bob

Vía la page de Calamaro, llego a la cueva del hornero (tremendo blog amueblado con montones de grabaciones extrañas y demás joyitas de Andrés) y me cruzo con una versión del “Novio del olvido” plasmada durante la gira de Dylan por España, donde el señor de los pelos de lechuga ofició de telonero. Acá las palabras- generosas y poéticas- de Andrés después del encuentro:

“El áspero Bob, el amargo, también es dulce, es cálido, estrena una sonrisa para mí: lo alarmante es que eligió a otro canalla (...). Hoy le cambio veinte años menos por dos ojos azules que no sirven para ver más allá de nuestras gloriosas narices (...). No hizo falta ni pensarlo y los dos estábamos hablando como dos locos con cosas en común, algunos llaman a eso Amistad. Cosas como ¿tocás en más conciertos de la gira?, o ¡qué guitarras las de hoy, jefe!, o muy buena la de Elvis. Como si hiciera falta hablar (...). Será por eso que se hacen realidad los sueños que no me atrevo a soñar por no dormir. Nunca duermo, estoy seguro de que no fue una excepción. El desapareció a la vista de todos y yo me quedé a saludar a los músicos, mis compañeros. Estoy en el Hotel, es tarde, y los ojos se me vuelven azules. Podría tener veinte años más y no me daría cuenta. En alguna parte, El tiene veinte años menos". (AC Diario 16)

Pd: Recuerdo una entrevista de finales de los noventa, etapa verborragica y pre-salmón, esa época en que Calamaro vivía en pose “gurú del rock en español”. A.C se subía a una limusina y ahí empezaba el tiroteo verbal (esto seguramente estaba ocurriendo en Madrid). Cuando llegó el tema Bob, dijo: “El tiempo es una cosa muy extraña, en una de esas fui yo quien influenció a Dylan”. Después de dos segundos de mudez, Calamaro soltaba una risita picara.

jueves, 24 de enero de 2008

Gulliver


El otro día, haciendo zapping, me encontré con la cara de Hulk Hogan (seguro me confundo, pero siempre pensé que ese tipo había hecho un papelito de cazador intergaláctico en alguna de las secuelas de Critters) y me acordé de Manasas. Manasas no es rubio ni usa bigotes ni jamás practicó lucha libre, pero es una bestia humana que anda cerca de los dos metros diez y bordea -seguro- los 150 kilos. Y digo es, aunque no lo veo hace una bocha de años. El apodo le venía de la época en que jugaba al básquet en Velez, yo lo conocí un tiempo después, cuando se cambio de club, una vez que terminó en B.V.M a cambio de un par de zapatillas y unos mangos para los viáticos. Primero: no era un tipo violento, aunque por una cuestión física tenía una facilidad notable para prenderse en cualquier quilombo. Segundo: obviamente intimidaba muchísimo pero también tenía, al conocerlo, una ética irreprochable: la mayoría de los encontronazos tenían una cuota de compañerismo adentro, es decir que se cagaba a piñas con cualquiera pero siempre por un motivo noble. Me acuerdo que una vez casi trompea a uno de los muchachos del club por convidarle fasitos a unos pibes de las inferiores. Las veces que salí con él ocurrieron cosas extrañas: una vez, borrachísimo, se quedó dormido en los reservados de Vinicius, no había manera de despertarlo (lo que tomaba Manasas cada sábado era absolutamente impresionante, nunca vi a nadie tragar bebida blanca como él) así que, cuando ya clareaba el sol de la resaca, intentamos levantarlo. No hubo caso. Al final lo llevamos a la rastra, casi a los empujones, con ayuda de dos patovicas. Era como intentar empujar una montaña. Otra: en un bar de Ramos, creo, me habían dado una Quilmes en lugar de la Heineken que había pagado. Manasas me tomó del hombro y fuimos a la barra, a hablar con el encargado. “Que se la última vez que cagás al pibe delante mío” le dijo. Mientras yo me acurrucaba atrás, el tipo nos pidió disculpas (más bien le pidió disculpas) y me alcanzó la birra que correspondía. Yo me sentí un pelotudo pero también caminé hasta la mesa sacando pecho, como si fuera un groso total. También se cuenta que un día se agarró a trompadas con media docena de patovas de Jesse y todo fue una locura descomunal. Anécdotas así debe de haber miles. Lo último que supe es que había dejado de laburar en el aeropuerto de Ezeiza y que estaba como seguridad en un banco de la Capi. ¿Y su hermana? Era más grande que el muchachote e increíblemente medía apenas metro sesenta y pico. En fin, me pregunto si Manasas podría voltearlo a Hulk Hogan.

viernes, 18 de enero de 2008

Birmania- Alejandro Rubio

Una línea blanca que divide.

Una sola línea que marca el límite

entre el cansancio y la vitalidad.

La cruzás. Y ella te cruza.

Te cruza la nariz y la cabeza.

Y te la divide en dos.

Y una línea más en cuatro.

Y otra más en ocho. Dieciséis.

Treinta y dos. Los pedazos se van cayendo.

Y vos duro

como si nada.

(Sigue acá)

lunes, 14 de enero de 2008

Regreso

Antes, de chico, cuando terminaban las vacaciones que nos tenían como todos los años en Villa Gesell, mamá decía que nos despidieramos de la ciudad veraniega como si existiera la posibilidad de no volver jamás, como si la Villa pudiera desaparecer en cualquier momento. Eso para mi es un signo de la nostalgia. Ahora ya no me despido de los lugares pero si me afecta el regreso, primero la Terminal de Liniers y sobretodo la mugre de tierra y humo del Camino de Cintura (o ruta no se cuanto). No es solo el imaginario de las vacaciones que uno deja atrás o el regreso a la rutina, tal vez lo sea, pero potenciado por la comparación de las imágenes: San Justo versus Capilla del Monte. ¿Y dónde quedó Mendoza? Hace un rato me ponía a corretear novedades en los blogs amigos y descubrí que la chica de la sales llegó adonde nosotros no pudimos: a 300 km de San Rafael, en plena Pampa, el motor se hizo mierda y quedamos varados en medio de la ruta, diez de la noche. Alrededor de un fuego, fumando, nos contamos idioteces durante dos horas y pico, hasta que llegó la grúa. De ahí en más se fue armando otro viaje, primero a Córdoba Capi (en verano, sin estudiantes, la ciudad fantasmal por excelencia: los domingos, una mini Baires donde los aliens han abducido a todo el mundo), después a Capilla: la verdad que no vimos ningún Ovni cerca del Uritorco (por si las moscas, nunca salgan de casa sin un buen par de zapatillas en la maleta: las alpargatas fueron mi karma en esos días)
Sobretodo cuando vuelvo de algún viaje, también en cualquier parte o medio desvelado en la cucha, me digo y repito que tengo que andar con un anotador y birome a cuestas. Se me ocurren cosas que después se me olvidan. Obvio. Este año lo hice y todavía no me puse a mirar los garabatos. Creo que pueden salir cosas interesantes de ahí.

jueves, 3 de enero de 2008

Por fin me voy a...


Lastima, solo llegaré a Mendoza, pero eso, vacaciones, irse con un bolso lleno de cosas "por las dudas que" (Ajá, tengo esos arranques de mina), un libro de Casas, mucha música y la intención prioritaria de cambiar un poco de piel.

martes, 1 de enero de 2008

2008

Hoy me acordé de algo que leí hace mucho en la revista dominical de Clarín, una entrevista a no se quién que fuera boxeador en sus años mozos. Cuando le preguntaron cual era el golpe mas traicionero respondió que el golpe al hígado que dan los tucumanos por la espalda (estoy casi seguro que dijo los tucumanos), a traición. Después remató, diciendo, debe haber una conexión entre el hígado y la tristeza, después de uno de esos golpes, uno se queda muy triste durante días.

Ayer tuve otro de esos sueños alcohólicos, muy profundos, que se me vienen sumando en estos últimos días de chupi, corderos y demás. Soñé que entraba a una especie de secta ultra-secreta relacionada con el alquiler de autos robados (¿?). Una vez que me explicaron todos los mecanismos, yo atiné a preguntar algo que desencadenó un efecto dominó. Y luego escapé. Lo que me asombra del asunto es que yo, en el sueño, tenía conciencia de estar soñando: en el momento de máximo terror, cuando uno realmente se asusta, recuerdo que intente pellizcarme, me apreté el brazo como diciendo: “si todo empeora, si realmente me atrapan, me despierto”. No se bien como, el sueño siguió, no me desperté nada pero el resto se me desdibuja.

jueves, 27 de diciembre de 2007

Sobre Papa Noel...

- El gordo marmota ese me trajo un bajón de padre y señor mio. ¿A vos?

- Una remera holgada y un par de medias...

martes, 25 de diciembre de 2007

Yo usaba pantalones hardcore

Quedamos en que mañana descongelamos al Hombre Átomo
seis clavadas de la tarde
a pesar de que el horóscopo no previene retornos sorpresivos
en este mes radica lo espontáneo. Habrá que explicar algunas cosas
el traje apretado, marcándole los testículos
no va más
se murió Pappo y Luca y este año viene Dylan
a Lemmy no le sobra pista para correr
no importa
todavía no hemos conquistado el mundo submarino
nos queda tiempo, un cuarto de milla
de las convulsiones automovilísticas de la clase media
siguen parando al lado de la General Paz
cada domingo. El cielo sigue tan alto como siempre
dicen los otros
las nubes se morfan el futuro: soy de esos pocos que tomarían
agua salada
antes de morir de sed en altamar.

lunes, 17 de diciembre de 2007

domingo, 16 de diciembre de 2007

Todo por 1.25

Todo el ajetreo se fue apilando en el viaje en bondi, desde el Club Ciudad hasta casa. Las pocas horas de sueño, las sensaciones fuertes del finde, no se cuantos cigarrillos camuflándose en la garganta afónica con el griterío casi constante del recital. ¿Cómo estuvo? Muy rocanrolero, feliz, impecable. Faltaron esos temas que siempre me faltan (“Con abuelo”, “Diez años después”, hoy le tocó el turno a “Media Verónica”) pero estuvieron los otros, siempre, la emoción rara cada vez que suena “Te quiero igual” o “Paloma” y muchos otros aderezos que andaban sobrevolando, cosas del contexto, acaso descifrables pero que se me reculan para expresarlas acá.
Mucho antes, el sábado, en la fiesta sorpresa a un amigo que acaba de recibirse de ingeniero, el papá nos abrazó y dijo que lindo, mirándome, que lindo que estén acá esta noche. Al final, cuando le pregunté cuánto teníamos que pagar por semejante cena (dos entradas, dos platos principales, dos postres, resumiendo, comí como un animal) la respuesta obvia vino acompañada con una frase destartahuesos, esas frases que marcan: “pero si yo te ataba los cordones de las botas de básquet hace quince años Martín, ¿que me vas a pagar ahora?”. Y le miré los bigotes canosos, la pelada incipiente pero siempre el flequillo, los anteojos gigantes. Y fue una emoción dulce, un bienestar, algo en lo cual pude reconciliarme un poco.
Después de todo eso el llamado de hoy a la tarde: la mamá de Hernán que me dice si no puedo ir a cenar a la casa, que el nene está contento, que la doctora le aconsejó ir de a poco, que Hernán quiere verme. Lo tremendo es eso último. Hernán quiere verme. Pero no puedo, ese es el tema, aunque me sienta para el traste, voy a ver a Calamaro. Le digo por qué no mañana, intento remarla, hace mucho que quiero llamar, hablar con él, averiguar de una buena vez por todas si es una clínica o si nos mintieron a todos con eso de las vacaciones interminables en Mar del Plata. Pero el miedo está ahí, subterráneo, la última vez le dije que todo parecía una gran despedida. Y lo abracé. No había pensado que de nuevo le daba palabras a lo innombrable, le daba su lugarcito, su posición en la cancha, vos jugás arriba, eso no se dice, no hay que decirlo. Un tiempito más tarde me comentó, como al pasar, envuelto en sus desvaríos, que algo de mí, de aquel encuentro, le había hecho muy mal. Y fue como meter la cabeza en una caja de cartón.
Saliendo del tema, o hablando de lo mismo, pienso en esa cosa invisible que me va uniendo a ciertas personas: con algunas, especialmente las que he conocido en estos últimos años, siento que el lazo es mío, que soy el que decide cuando sujetar o soltar el globo. Y punto. Pero también están los otros: el tiempo pasa, todos hemos cambiado mucho, yo estudio Letras, escribo poesía (mala), vivo, por así decir, en otra esfera. Y a veces esa sensación de que algo no encaja, que forzamos las piezas, pero estamos, la unión no se rompe y hay algo tan poderoso y sorprendente en ese anclaje. Pero siempre tengo esta constante por el reproche, la cosita culposa, por esto, por mi vieja retándome que no estuve en todo el finde, por asuntos propios del reci. Así fui acumulando en el viaje de vuelta, casi dormido en el asiento, la gente que anda ahí dando vueltas, invisibles, ciertas veces picándonos sin querer, las vacaciones, la posibilidad de un vehículo para mi poesía, la divertida imagen de Andrés tomando mates arriba del escenario.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Asi venimos...



Mañana, Festival Buendía, para el domingo otra dosis de linda música...

jueves, 13 de diciembre de 2007

Comentan

Yo no me iría al extranjero, porque afuera no se consigue ferné.

Entonces me acuerdo de este poema de Damián Ríos.

martes, 11 de diciembre de 2007

Y dicen que estoy enfermo

Una chica así
capitana de su propia nave espacial
que sepa kung fu

(No es indispensable que tenga un solo ojo)

lunes, 10 de diciembre de 2007

Confesión

Mi héroe preferido de todos los tiempos
es el osito del pan Bimbo
con su plasma de color predominante
la blancura. Ese héroe sin parásitos
repleto de sanidad
longevidad gomosa en los cachetes. Uno podría pensar
que el viento sopla en su panza
sin colesterol
solo semillas de trigo y aderezos naturales.

¿Y si te carnearamos
como hizo la gente de Villa Elisa
con aquellos bovinos de cuatro estómagos?

Por qué el hambre
al igual que el dolor
se incrementa en la periferia.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Dinero fácil

Me pasó el viernes con esta película, esa sensación de viaje en el tiempo, de estar ahí en mi casa a las tres de la madrugada tomando ferné, pero también trasladarme diez años atrás, revivir sensaciones con mi viejo, las misma alegría cada vez que Richard Dreyfuss apostaba y ganaba un montón de plata.
Quizá por que nunca la dan, se convirtió en un puente inmediato a otra cosa, un tubo boom, uno de esos pasajes tan a lo Cortázar: cada escena era el recuerdo de la escena pero también de los comentarios que hacía mi papá, de tener entonces la viva imagen de mi hermano diez años atrás, un día de semana trasnochando como rara vez hacíamos, para ver el final, lo que uno ya sabía: qué el perdedor iba a tener ese día soñado por todos nosotros, ese día en que todo sale de pe a pa. Y si bien la casa (y nosotros y todo) cambió por completo, la cocina es otra, todo distinto, de alguna manera los muebles y las espacios del noventa y pico se fueron amoldando a los de ahora, todo encastrado a la perfección durante esas partecitas del film en que yo miraba a los costados y me reía como si estuviera loco. Creo que la cosa en sí fue exactamente contraria a lo que me sucedió la vez que volví a ver “El oso”. Esa vez me acordé de mi abuelo llevándome a ver esa película casi muda a uno de los cines del centro. Yo habré tenido seis o siete años, no me acuerdo, y después fuimos a comer a una pizzería que estaba justo en la esquina. Ese es uno de las tantas anécdotas que tengo con él, pero es una anécdota vacía, es solo un símbolo de algo que a veces intento reconstruir, es solo palabra o recuento imaginario, no hay verdad ahí, no hay humanidad ni cuerpo. Cuando volví a ver “El oso” no hubo viaje ni traslación, solo tristeza por la ausencia, preguntas, ganas de replicar sensaciones que ya no estaban. Y todo esto va sucediendo en épocas en que el paso del tiempo dice acá estoy, date cuenta, y no por mí, sino por amigos que se reciben, o se casan, o por los viejos, que se van poniendo grandes. Y uno igual o casi, parecido a esos años que se confunden, 2004, 2005, etc.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Cantimplora

Lo que me conmueve por estos días es la música, el ruidito sentimental. Más: es lo único que me distrae de estos temblores repentinos. A la tarde, mientras intentaba prender el motor del coche sin que nada se apague, mi hermano sintonizó la 100 y se escuchó a Iván Noble, y quiero aclarar que no tengo nada contra Noble, pero hay algo de él que no me termina de cerrar, no sé. Pero empezó a decir que el próximo tema estaba dedicado a “esa cosita barrigona que me robó el corazón, las malas costumbres y el control remoto”. Y acá ya empezamos a calar hondo, me dije, y después ese tema llamado Bienbenito, casi a capela, muy pero muy suave. Cuando me viene ese nudo en la garganta, esa manía en los ojos, siempre digo alguna pavada que me sirva de excusa para salir corriendo. Pero esta vez me la tuve que bancar, así todo el tema, todo Benito.
Hace un rato, en el msn, alguien dijo volver y yo pensé en esta canción de Fito Páez, y será que le creo tanto pero tanto a Fito algunas veces, cuando habla de las cosas lindas, de esas cosas, como si todo fuera una manera de la sencillez hecha música. Y me olvido de esa sensación que a veces me disgusta de sus últimos discos, esa cosa de hacerle bien a la gente, las melodías perdidas o la poética preciosa de discos como Abre. Y de golpe se apaga este embrollo violeta y estoy cantando el estribillo a dúo, contento de ese viento fresco que son algunas canciones.


martes, 4 de diciembre de 2007

Calles

Desconfiad de las calles habituales.
Voy caminando desde Santa Fe
hasta Las Heras y a mitad de cuadra,
en Austria, en la calle Austria, ocurre el hecho.
Es de mañana, pero cae la tarde.
Como sumida en un fanal oscuro,
ahora a lo lejos la ciudad se pierde.
Me encuentro en una angosta galería
avanzo involuntariamente y noto
que el suelo y las paredes y la bóveda
se juntan y que está faltando el aire.
Es horrible la vida, los amigos
van muriendo uno a uno y la hermosura
se oculta con disfraces amarillos.
No puedo más, murmuro, y si no encuentro
algún ingenuo talismán, un nombre,
siquiera el de la calle por donde iba,
si no recuerdo la palabra Austria,
o la certeza, cada día más débil,
de que estar vivo es un milagro esplendido,
nadie me espere, porque ya no vuelvo.


Adolfo Bioy Casares

lunes, 3 de diciembre de 2007

El viaje, imposibilidad de la huida

Finalmente me voy, no se bien por qué, la playa, unos días de sol, después de todo que va a hacer uno en Buenos Aires. Así que me voy el finde para renovarme, cambiar de contexto. Pero en realidad nada cambia: mientras tomo sol las angustias que dejé acá se incrementan, se van acumulando en pilones como todas esas cosas que hice mal en su momento. No importa si le enseño a jugar al chinchon a una nenita de 9 años que se la pasa pidiéndome besos en la mejilla o si le gano tres partidos de pool a mi viejo: las cosas ahí, siempre, empecinadas en volver. Pienso que sería ideal tomarme unas vacaciones de mi mismo: uno viaja, conoce gente, pero siempre la mochila con mi nombre, los caracteres en la frente. En el regreso, en una estación de GNC, me impresiona uno de esos perros flacos, ruteros, que viven de las sobras que tira la gente. Esos perros tienen algo que me impacta, por más que busco no sé que fantasmas esconden, que cosa me une a esos animales esqueléticos. Llego a casa y es como si nunca me hubiese ido: estoy más tostado y con la picadura de algún bicho en la espalda, pero el encierro, el calor, las manchas de babosas en la cerámica, todo sigue como siempre, todo.

martes, 27 de noviembre de 2007

Accesorios


.....................................I

Si me empezó a gustar Milena fue porque hacia gimnasia en un centro de deportes cerca de casa- el Stela Alpina- y por que una noche la vi bailar con otro en un asalto. Creo que aquella vez se río de un chiste mío acerca de un perro Cocker y hasta le convidé gaseosa y un puñado de chizitos.
También sucedía que su nombre me recordaba una famosa marca de chocolates que no sé si sigue existiendo, y eso estaba bien, realmente, porque me ayudaba a trazar un imaginario que la distinguía de las otras pibas del curso. Pero con Milena lo mismo que después me sucedería con otras mujeres: nunca aprendí a conquistarlas, el laburo fino, lo que se dice chamuyo. Una vez había tirado la cartuchera de dos pisos cuando ella pasaba y al menos conseguí que habláramos un rato. Otra, compré un alfajor de chocolate que, después de dos semanas, se terminó pudriendo en los bolsillos de la mochila. Recuerdo un día en que ella caminaba con sus amigas ante el tumulto del patio, todos jugando a la pelota con latitas o tirándose las llantas de neumáticos que por algún motivo extraño convivían con nosotros en las clases de gimnasia. Ella. Yo a un costado cuando un hijo de puta me bajó los pantalones y salió corriendo. Esa misma noche soñé que al pibe lo mataba a golpes, que en el baño le pegaba hasta que las manos me quedaron rojas.
Me sentí un estúpido cuando le conté a Fran. Eso nomás, Milena. Si, eso nomás, le dije. Esa tarde tomé café con leche en una taza que tenía escrito te quiero sobre un fondo de nubes. Creo que nunca me voy a olvidar de esa taza.


.....................................II

A él no le parecía lo del chocolate, era muy simple, teníamos que buscar otra cosa. Al día siguiente se le ocurrió que lo mejor sería una remera. Nada de bombones o un peluche. Costaría más, es cierto, pero decidimos que con la remera verde me la ganaba. No recuerdo por qué motivo tenía que ser verde. Capricho o decisión de Frán.
La plata la saqué de los ahorros de la primera comunión. Al día siguiente, después del mediodía, encaramos para el centro de San Justo. Caminamos un rato largo por los negocios de la avenida, yo no me decidía, Fran me ayudó y juntos elegimos una remera con volados en las mangas, cuello redondo, de un verde esmeralda precioso. Al tanteo pedimos un talle y nos reímos mucho cuando dijimos que alguno de los dos debería probársela. Después, como sobró algo, compramos unos aretes muy bonitos, colgantes, de un negro opaco. Fue entonces que Frán tuvo otra de sus ideas: dejárselo a las escondidas, sin nombre, sin que Milena supiera quién había dejado el paquete en la puerta de su casa. Imaginé la situación y comprendí que el plan era perfecto: ella saldría, nosotros escondidos en alguna parte, su sonrisa, un papel chico diciendo “Para Milena”.
Parecía genial. Y fue Frán el que me dio ánimos para hacerlo la mañana siguiente, justo antes de que ella saliera rumbo al colegio.
- Después te acercás y le decís que fuiste vos el del regalo- me aseguró Frán, riendo, sabiendo que así cerrábamos por fin el asunto.


.....................................III

A la mañana siguiente envolví la remera y el par de aros en una bolsita de plástico. Puse dentro una tarjeta. Luego esperamos con Fran entre la verja de calle y un níspero con olor a pis de perro. No recuerdo si Milena salió puntual o yo, agobiado por los nervios, le dije a Fran que me iba. Algo por el estilo. Los ojos centellantes y la mueca de asombro de Milena bien pueden ser frutos de mi imaginación. La cosa es que dejé el paquete y por un tiempo no volvimos a hablar ni de Milena ni del regalo.
Después, una o dos veces la vi por el Stela, siempre tan linda. Por la razón que fuese no me animé a acercarme y confesarle lo del regalo. Tal vez mi timidez necesitaba la aprobación de Fran, ese necesario empujón en la espalda.
Pasaron algunas semanas: empezó el campeonato de fútbol, después los exámenes, los torneos colegiales. Una tarde, saliendo de la clase de gimnasia, la reconocí en la esquina, con la remera puesta. Milena, increíble, me hizo una seña, como diciendo vení, acercate. Crucé la calle muerto de miedo, mirando el piso, con más ganas de correr que otra cosa. Cuando estuvimos cerca noté que ella también estaba nerviosa y buscaba algo en un bolsillo. Yo dije un hola tartamudo solo por hacer algo, para no quedar así, silenciosos.
- Tengo mucha vergüenza- dijo y me tendió un papelito doblado en cuatro
Cuando me dio las gracias y se despidió, los chicos ya se amontonaban fuera del patio, todos sudando, riéndose a los gritos. Yo me di vuelta y desdoblé la hoja, a mi también me gustas, decía, a mi también me gustas, Francisco, al final de todo, Francisco, decía la letra de Milena. Yo hubiese preferido que me bajaran los pantalones delante de todos, que se rieran de mis calzoncillos. Cualquier cosa menos eso.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Aimee



¿Qué pasaría si me magnolizaran?

jueves, 22 de noviembre de 2007

Música


Como las canciones Flamming Pie, allá por el 97
Paul y sus objetos intimistas
me conmueven
tan radiantes de luz:
en la canaletas no se pierde el líquido sónico.

El tiempo recortado
las despedidas
dentro de la cajita musical;
lo extraño es acordarse
poner el estereo
abrir la ventanilla y cantar. Cerrar los ojos,
aunque atentemos contra la seguridad vial

¿Pero los eventos hermosos
las canciones de verdad
en donde quedaron
quién se las lleva a otros oídos?

hoy mi sensibilidad parece asmática
alguien me sustrae hermosura de las antenas

domingo, 18 de noviembre de 2007

No me delates

No es la primera vez que veo “Las horas” pero no puedo despegarme de la tele: ya me comí todas las medialunas de jamón y queso y mi cuarto de helado pero sigo acá, admirado por semejante intensidad actoral, la atmósfera, música, montaje, todo. Me preguntan por qué el personaje de Julianne Moore abandona a su familia, quién vivió- o más bien se mató- antes: si Virginia Woolf o Alfonsina Storni, si Ed Harris era el hijo de. Hay cosas que no puedo contestar, las sensaciones se me atragantan. Antes de esto estuve persiguiendo a un hombre-conejo por las calles de Paternal: después de mes y pico el Dany nos respondió el mail y por fin pudimos conocer La casa del coleccionista. Evento bizarro, clandestino, una de esas cosas que se cuentan de boca en boca y que a uno le llegan por obra del profesor de un amigo que estudia publicidad. Más allá del resultado, es copado encontrar este tipo de escondrijo en Buenos Aires, esta sensación de pequeña mitología barrial, cruza de cuento de la cripta/ el país de Alicia con fotograma lyncheano. En fin: no se puede decir más. Nadie lo aclara pero parece parte del juego.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Despedidas

Y uno se despide en terminales
donde todo se rompe,
donde se barre de madrugada con esos largos escobillones
el aserrín de la tristeza,
donde hay máquinas gigantes
con motores de furiosos y negros caballos de fuerza
para partir en dos el mundo,
el cielo que amparó una convivencia,
para cortar raíces, cabos de sangre, amores,
para desenlazar almas rompiendo,
desgarrando los vínculos trazados por un tiempo
de nítida amistad bajo las nubes.
Todo con esa levedad del ómnibus
que deja atrás las estaciones,
el tráfico de pueblos o ciudades
que de a poco se atenúan en suburbios
a medida que se hunden los altos edificios
y crecen los jardines
hasta el primer caballo en un baldío,
las últimas esquinas,
y esas ruedas como unos soles muertos
que ya no se detienen,
la tierra aflora en surcos,
se ensancha el desamparo, la pobreza,
luego es la soledad de la llanura,
el campo abierto, ausente.
¿Y el que quedó detrás, en terminales,
inmóvil y con ese brazo en alto,
el siempre despeinado
por el viento de la eterna despedida?

Pedro Mairal

lunes, 12 de noviembre de 2007

Videoteca

Buscando un poema de Pedro Mairal, caigo en la Audiovideoteca de Buenos Aires. Dos imperdibles:

El don de la invisibilidad- Fabián Casas

La ficcionalización del pasado- David Viñas.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Tubo de luz

Desde que me dijeron que tengo que usar aparatos me río menos. Ayer soñé que finalmente me los ponían (creo que desde hace un mes que mi dentista me viene posponiendo el turno) y yo tenía que afrontar una y otra vez el momento en que mis amigos me vieran con las cosas metálicas en la boca. Eran instantes terribles y yo pensaba por favor, que no los noten, o no me carguen, o todo siga igual, mi autoestima ya está por el piso, peor que esto no puede ser. Pero si. Siempre se puede estar peor. Lo supe hoy cuando me levanté después de las cuatro, no había luz, tenía resaca y ganas de llorar, estaba solo, no había comida ni me quedaban cigarrillos: salir tampoco era una opción, cada vez voy sumando más días en que no quiero que nadie, pero nadie, me vea. Mucho menos que me hablen. Tener que hablar. Cuando vuelve la luz- tardísimo- recibo un mail del encargado de la liga de básquet que me ningunea y me trata de “irresponsable pibito”. Tengo ganas de mandarlo a la mierda pero también siento mucho miedo. Pienso a quien llamar para charlar un ratito y no se me ocurre nadie. Recorro amigos o más bien amigas pero siento que algo está mal, que no les interesa ni un poco, que no puedo confiar. Me sirvo un vaso de Coca y me pongo a escuchar unos temitas de Flopa que bajé el viernes. Uno se llama “Debajo del álbum blanco” y me resulta genial. Todo mejora. Despacito. Todo menos el asunto de los aparatos.